miércoles, 9 de marzo de 2011

34. Metafotografía

Esta imagen muy bien podría aparecer en las páginas de cultura de un periódico local acompañada de un texto que rezase más o menos así:
En la tarde de ayer fue inaugurada la exposición retrospectiva del multifacético artista plástico Óscar Sauce Soturno, corriendo el discurso inaugural a cargo de la afamada cantante lírica, Sarah Leándrez, quien con una puesta en escena muy original, en una de sus ya habituales performances, hizo una presentación muy concisa, acertada y precisa tanto del artista como de la obra expuesta. La muestra abarca cincuenta fotografías en blanco y negro, de las cuales cuarenta y nueve son retratos de personas anónimas de espaldas a la cámara –de ahí lo de retrospectiva- y un único retrato frontal. Los asistentes a la exposición podrán, además de disfrutar de la exposición en si, participar también en un original concurso que consiste en averiguar a cuál de los retratos retrospectivos corresponde el único rostro, para lo cual deberán depositar a la salida una tarjeta con la respuesta, su nombre y un teléfono de contacto. De este modo, la visita a esta muestra fotográfica se convierte en un evento interactivo, en el que el espectador no es un mero elemento pasivo, sino que asume un rol muy activo y determinante. Como premio, el ganador, o los ganadores, recibirán un ejemplar firmado del superventas “Fotografía con teleobjetivo: ¿el tamaño importa?”, obra también del propio Sauce Soturno”.
Mas no es este el caso.

33. Cita a ciegas














Ella - ¿Estás seguro de que habíamos quedado aquí?
Él - Segurísimo.
Ella - A lo mejor hemos llegado demasiado temprano.
Él - Que va, ya pasan tres minutos de las doce.
Ella - ¿Qué haces?
Él - Intento leer lo que pone en una placa de bronce que hay aquí en la
pared.
Ella - ¿Qué pone?
Él - A ver, “Es-t-aob-raf-ue-ina-u-gur-ad... Esta obra fue inaugurad...”
Ella - ¿No pone nada más?
Él - No, el texto acaba en puntos suspensivos.
Ella - Oye, a mí me parece que aquí no hay un alma. Esto está más vacío que
la hucha de un mileurista.
Él - Lo mismo pienso yo. Y esto empieza a darme mala espina, pues de
normal el padre Olegario suele ser puntual como un reloj suizo.
Ella - Tienes razón. Teníamos que haberle pedido al taxi que nos esperase.
Él - Ya, ...

Continuará... (si hay dinero)

32. Pesadilla en 3D

Esta ondulación arquitectónica, a pesar de su belleza estética, me produce una cierta desazón, incluso miedo. Pienso que en cualquier momento va a aparecer en la cresta de la ola una pandilla de políticos populistas, embutidos en trajes que les vienen cuatro o cinco tallas demasiado grandes y con sus gorras de béisbol colocadas del revés, rodando salvajemente por la rampa en sus monopatines de marca. Y temo que alguno de ellos, el más torpe seguramente, salga despedido de la pantalla del ordenador y, como en una pesadilla en 3D, se la pegue contra mi cara.

31. Inquietante sombra

Una inquietante sombra se cierne sobre la ciudad, que nada bueno augura a los vecinos. De las farolas penden cabezas decapitadas con la mirada oculta tras un antifaz. Nadie es quien de ponerle rostro a la sombra, nombre tampoco, y mucho menos de hacerle frente: el miedo, la cobardía y la ansiedad han ido apoderándose paulatinamente de los ciudadanos, incluso de los más valientes.

30. En otoño

En otoño es cuando fermenta el vino nuevo, cuando se desempolva la ropa de abrigo, cuando el olor a castañas asadas inunda las calles de la zona vieja, cuando los estudiantes universitarios traen vida a la ciudad, los jubilados le dan sentido al parque y los árboles contemplan sus canas en el estanque.

29. A la luz del día

En las distancias cortas y a plena luz del día no se pueden ocultar las taras, defectos e imperfecciones, pero a veces el sol con su luz esculpe y moldea los objetos con tal maestría que convierte esas imperfecciones en algo bello.

28. Sexto sentido

Los bajitos hemos desarrollado una especie de sexto sentido que nos permite, a poco que nos concentremos, adivinar lo que hay al otro lado de un muro. Así, para hacer una buena foto, nos basta con estirar bien los brazos por encima de la cabeza, orientar intuitivamente el objetivo y presionar el disparador de la cámara. Y después, al ver el resultado, casi siempre acabamos exclamando ¡lo sabía!