Cruzar un paso de cebra siempre entraña un cierto peligro, pero hacerlo detrás (a tres o cuatro pasos) de una chica en minifalda conlleva el riesgo de que te atropelle un conductor distraído (mejor dicho, entretenido) en la anatomía de la joven. Esta mañana mismo casi me llevo por delante a un corredor de seguros. ¡Qué suerte he (mejor dicho, ha) tenido!
martes, 22 de marzo de 2016
284. Peligros
Cruzar un paso de cebra siempre entraña un cierto peligro, pero hacerlo detrás (a tres o cuatro pasos) de una chica en minifalda conlleva el riesgo de que te atropelle un conductor distraído (mejor dicho, entretenido) en la anatomía de la joven. Esta mañana mismo casi me llevo por delante a un corredor de seguros. ¡Qué suerte he (mejor dicho, ha) tenido!
miércoles, 9 de marzo de 2016
martes, 8 de marzo de 2016
282. Ocho de marzo
Por todas las
mujeres trabajadoras, especialmente por aquellas que se dejaron (y se dejan) la
salud y los mejores años de sus vidas en sacar una familia adelante, criando y
alimentando a unos hijos (con frecuencia, también a un marido torpe) o cuidando de un familiar enfermo, y que, en jornadas
de 24 horas realizaron (y realizan) tareas mal remuneradas en el trabajo y nunca suficientemente valoradas en casa.
lunes, 7 de marzo de 2016
281. Only a dream
Bien dormido, desayunado y duchado me subo al coche –empieza un nuevo día-, el portal del garaje se alza como el telón de un teatro y el sol luce estupendo en un cielo azul intenso. El tráfico es fluido, casi todos los semáforos se ponen en verde a mi paso, llego al campus y estaciono el coche enseguida, muy cerca del gingko biloba. Subo la suave cuesta que me lleva a la zona vieja de la ciudad con paso animoso y seguro, parapetado tras mis gafas de sol y los auriculares de mi reproductor MP3. Sopla de cara una leve brisa que me acaricia el alma, me cruzo con una chica sonriente y entra el saxo en Only a dream de Van Morrison, un cachorro de labrador me mira como si fuese su mejor amigo, me viene una idea para un posible haiku... En momentos así creo que puedo comerme el mundo y puedo llegar a sentirme invencible –inmortal, casi-. Lo sé, todo es una pura fantasía –una pueril fantasía, diría-. Y, en cualquier caso, una fantasía pasajera y poco duradera. Pero, qué coño, lo bien que me siento cuando experimento tal subidón de entusiasmo es algo que no tiene precio.
Estos
días el tiempo no acompaña, las mañanas amanecen grises, con lluvia y viento
frío, hay retenciones en la rotonda, mi MP3 se gripa y el paraguas, un
auténtico incordio, me impide ver perros y sonrisas, tampoco consigo comprimir
mis sensaciones en diecisiete sílabas y, además, están todos esos ruidos. Pero mi terapeuta me dice que ya falta poco
para la primavera.
280. Domingo
El
de ayer fue
uno de esos domingos en los que no apetece nada salir de casa. Desayuné tarde
y con
calma, puse una lavadora, le di un repaso al baño a ritmo de Luis
Armstrong,
empecé una nueva novela de Jean Echenoz y almorcé un bocadillo en el
sofá
mientras leía varios artículos de prensa atrasados. Después de la siesta
intenté poner un poco de orden en las estanterías de libros y cayó en
mis manos
uno de mis diarios de peregrino, el de 1993. Lo hojeé durante un rato,
deteniéndome a mirar los dibujos y a leer algunas frases subrayadas. Me
emocionó
especialmente una que decía: “Cuando llegas a Santiago, algunas ideas
peregrinas se han
convertido en sólidos principios”.
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