miércoles, 27 de abril de 2016

289. Fotografía pop



Inmerso en un proyecto fotográfico, que consistía en imitar el estilo de un fotógrafo de renombre (a mí me tocó en suerte Andy Warhol), me puse a hacer fotografías al estilo pop con mucha ilusión y entusiasmo. Pero el entusiasmo inicial pronto se convirtió, primero en frenesí y después, en una auténtica obsesión y ya no podía dejar de hacer fotos pop. Y no sólo eso, sino que todo lo analizaba en clave pop: la política, el trabajo, la familia, la religión, la gastronomía. Con una más que justificada preocupación acudí a mi terapeuta para buscar una solución a mi problema y éste, que siempre tiene un remedio a la medida de cada una de mis fijaciones y manías, me diseñó un plan para dejarlo poco a poco, que consistió en ir reduciendo cada día el número de fotos pop que hacía. Un método parecido al que me aplicó en su día para que dejara de fumar. De seguir por ese camino, me dijo con expresión muy seria, corría el riesgo de acabar cantando canciones de los Bee Gees o Prince, que en paz descanse, por los karaokes de la ciudad, y que ya no tengo yo ni voz ni tipo para ello. La que aquí se ve es mi (hasta el momento) última fotografía pop.

domingo, 24 de abril de 2016

288. De película


Uno ya está a punto de cruzar el ecuador de los cincuenta, caminando con inconsciente parsimonia, melancólico entusiasmo e intrépida cobardía hacia los sesenta, mas algunas dudas siguen ahí, lacerando, molestando o simplemente tocando las narices. Habré visto Casablanca una docena de veces y otras muchas más veces he jugado a imaginarme posibles desenlaces alternativos de la historia, pero a día de hoy sigo sin encontrar un final que mejore al ya conocido, aunque éste no acabe de convencerme. Las historias que nos cuentan en el cine continúan aun después de aparecer The End en la pantalla y a los personajes no les queda más remedio que seguir enfrentándose a sus miedos, sus traumas y frustraciones sin la complicidad, empatía y cariño del público. Cada vez que intento imaginar cómo sigue la historia de Rick en Casablanca, este antihéroe siempre se me aparece consumido por el bourbon, los Chester sin boquilla y gritándole a Sam: ¡deja de tocar ya de una puñetera vez esa maldita canción, el público hace ya meses, qué digo, años, que abandonó el patio de butacas y ya no tiene ningún sentido seguir dramatizando nuestra mísera existencia!

287. fotohaiku nº 37









si no la abres
el sol no puede entrar
por tu ventana

286. Alturas

Caminando en las alturas, allí donde se tiene la sensación de poder tocar el cielo, donde el aire es más puro y la luz más diáfana, tu paso se vuelve más firme, tu mirada más serena, el ritmo cardíaco más apasionado y alegre, y el discurrir de los pensamientos más limpio y fluido, es donde la Naturaleza se muestra en toda su belleza y sabiduría, y es capaz de seducirte, de instruirte y de encandilarte, y de reconciliarte con el mundo y contigo mismo.

martes, 5 de abril de 2016

285. Banquete


En un lugar de la costa gallega hay un restaurante en primera línea de playa en el que casi todos los fines de semana de julio y agosto se celebran banquetes de boda. Los cuartos de baño del local, tanto el de hombres como el de mujeres, sólo disponen de un inodoro cada uno, lo cual resulta a todas luces insuficiente. Más si el marisco no es del todo fresco, entonces se produce tal tráfico de invitados entre el comedor y los baños que hace cundir el pánico entre los comensales de intestino sensible. Cuando esto sucede, los más mundanos optan por bajar hasta la playa provistos de un trozo de mantel, rasgado y escondido con mucho disimulo, para descargar en el arenal la molesta carga al amparo de la oscuridad. Parece ser que entre los asistentes asiduos a estos convites hay un acuerdo tácito de señalar la ubicación manteniendo encendido un cigarrillo todo el tiempo que dura el proceso fisiológico, incluso entre aquellas personas que de normal no fuman. Hay noches en las que desde la barandilla que separa el arenal del paseo marítimo es posible distinguir decenas de pilotos rojos, separados respetuosamente unos de otros, por toda la playa dando lugar a un original espectáculo luminoso. Y también musical, pues entre ola y ola se escuchan los redobles ventosos y los quejidos ahogados propios de quien está inspirando aire en una postura algo forzada. Al día siguiente, cuando los primeros bañistas empiezan a asomar por la playa para colocar sus cortavientos, parasoles y toallas se encuentran con los testimonios del festivo menú distribuidos estratégicamente por la arena. Un soleado lunes de finales del pasado verano la empleada de una floristería reconoció el pañuelo de su novio por las iniciales que ella misma le había bordado a mano, sucio y arrugado, al lado de una papilla viscosa y oscura que talmente parecía el caldo de un centollo. Dicen que ahora ya no son novios y las clientas de la floristería no se ponen de acuerdo en si la ruptura fue debida la poca estima que el novio mostró al pañuelo o al hecho no haber sido invitada a acompañar a su novio al banquete.