lunes, 5 de marzo de 2018

347. La forma del agua


La sabiduría popular dice que quien mucho abarca, poco aprieta y La forma del agua es una buena muestra de ello. Es una película bien realizada, pero con un guión simplón hecho a base de pegotes. Quiere tocar tantos palos: el sexismo, el racismo, la homofobia; busca hacer un homenaje al cine clásico; ensalza el respeto por la naturaleza; hace un alegato en favor del amor puro y sincero, de la amistad, la solidaridad. No falta el malo que se redime, tan al gusto del cine hollywoodiense últimamente. El malo de la película es tan malo y el bueno tan bueno que ofenden a la inteligencia del espectador. Y para conectar con un público más joven y sin prejuicios (o con viejos verdes) la película contiene algunas escenas sexualmente “atrevidas” (eso sí, debidamente difuminadas). En este sentido el guión tiene un parecido sospechoso con esos programas políticos que buscan rascar votos incluso debajo de las piedras (en este caso espectadores). Pero con tanta cosa y tanta corrección política, creo que les salió una historia de zoofilia burdamente disfrazada de romanticismo ñoño. Al salir del cine me acordé de Berlanga, que en su día con El Verdugo supo colarle a los censores del régimen franquista todo un alegato contra la pena de muerte disfrazado de comedia negra (un clásico que debería ser estudiado en todas las escuelas de cine). Pero sabido es que las comparaciones son odiosas, y en este caso más.

No hay comentarios:

Publicar un comentario