miércoles, 23 de mayo de 2018

356. Mirando al mar


¿Hoy qué día es, lunes o miércoles?
Hoy es sábado.
Vaya, ahora no hay quien entienda las cosas.
¿Por qué lo dices?
Porque un día son de una manera y otro día son de otra.
Bueno, no siempre.
¿Todo eso es mar?
¿Y qué va a ser, si no?
Es bonito, pero yo aquí no querría vivir.

lunes, 21 de mayo de 2018

355. Insoportable levedad

Cuando miro esta imagen se me aparece, como en un sueño, la figura de Donald Trump haciendo morritos y alargando el brazo hacia la llave de paso a punto de cortar el suministro del agua y esa mole, que se sostiene en un sutil y frágil equilibrio, se venga abajo para arrasar con todo lo que pille por delante. Acudí a mi terapeuta con la foto y le consulté acerca de mi congoja. Corren tiempos extraños y difíciles, - me dijo. Y que tendré que acostumbrarme a (con)vivir con la incertidumbre, de lo contrario lo pasaré mal. Muy mal.

miércoles, 2 de mayo de 2018

354. Nostalgia atlántica

En cualquier parte del planeta hay un gallego que echa de menos su tierra. En Camberra, en El Cairo, en Londres, en San Petersburgo, en Valparaíso, en Bogotá, en Los Ángeles, en Osaka, en Bangkok, en Ciudad del Cabo, en Zúrich... Pero creo que en ningún lugar del mundo ese sentimiento de morriña es tan intenso como el que sienten los gallegos residentes en La Habana, Montevideo o Buenos Aires. Algo debe tener el Océano Atlántico que tanto une (y separa) a los gallegos. En cierto modo el océano viene a ser una frontera (natural, como el río Miño) que divide un país en dos, como lo fue en su día el muro de Berlín o lo es en la actualidad la franja desmilitarizada que divide a las dos Coreas. Quizás sea por eso que el sentimiento de nostalgia, pérdida y ausencia no lo padezcan sólo aquellos gallegos que han abandonado su hogar, sino también aquéllos que se han quedado en su tierra. Estos últimos sufren una especie de morriña a la inversa (algo parecido a lo que en alemán se denomina Fernweh), pues sabido es que cuando un ser querido o amado se marcha, siempre se lleva consigo algo de quien se queda atrás. A ambos lados del Atlántico son legión los gallegos que contemplan el horizonte marino con menlancolía y la mirada vidriosa. Sienten un vacío en algún rincón de su alma y lo intentan llenar con recuerdos de un mundo que ya no existe (o que quizás nunca existió). Añoran paisajes, sabores, olores, amores… sin saber (o sin querer saber) que esos recuerdos son como esas estrellas del firmamento, que vemos porque su luz aún nos está llegando, pero que en realidad hace ya miles de años que se han apagado.