martes, 1 de septiembre de 2020

443. Tequila

Ella era tres años menor que yo, pero muchísimo más madura. La había conocido el verano anterior. Pasamos un mes de agosto apasionado e intenso, inolvidable.  A principios de la primavera siguiente, por mi vigésimo tercer cumpleaños, vino a verme. Fue una visita inesperada, entrañable, y breve. Llegó un viernes por la tarde y el domingo ya se fue, muy temprano. Cuando me desperté, ella ya se había ido. Sobre la mesita de noche me dejó una bolsa de papel con un regalo: una botella de tequila, un LP de Chavela Vargas y una nota manuscrita. “Recuerda lo que te dije anoche: no hay venenos, sino dosis. Y ojo con Chavela, la resaca que dejan sus canciones puede ser mucho más tremenda y duradera que la del tequila. No me olvides. Te quiero”. La botella aún la conservo, vacía y con la nota dentro (algún día la lanzaré al mar). El vinilo, con el paso de los años se estropeó de tanto escucharlo.

 

(fotografía: Lucía Mallo Seijo)