miércoles, 8 de diciembre de 2021

476. Ciudades espejo

Recientemente he tenido la ocasión de regresar a una ciudad en la que residí y, sobre todo, viví (estos dos términos no siempre son sinónimos) durante cinco años. Unos años, esto hay que destacarlo, que marcaron sobremanera mi biografía. Había vuelto en alguna otra ocasión, pero en viajes relámpago, viajes burbuja, viajes en que uno va, pero no está. Pero esta vez fue distinto, muy distinto, fue un viaje emocional al pasado. Necesitaba un viaje así. Un viaje en el que uno se encuentra con escenarios, rincones, espacios, lugares que han marcado su vida y comprueba que siguen ahí, como si le hubieran estado aguardando, echando en falta. Algunas cosas, muchas, han cambiado. Unas para bien, otras no tanto. Eso es ley de vida, todo es un continuo fluir. Igual nos pasa a las personas, que estamos en un proceso de cambio constante, procurando siempre evolucionar, aunque a veces tengamos la sensación de que involucionamos. Este tipo de ciudades tiene la feliz particularidad de que son como un espejo en el que mirarnos y cuyo reflejo proyecta luz en nuestra memoria. Huelga decir que no todo lo iluminado brilla, pero de alguna manera todo parece cobrar un cierto sentido bajo esa luz. Un espejo, además, que ofrece una suerte de perspectiva histórica, que le permite a uno verse con los ojos de antaño. Resulta muy reconfortante comprobar que, a pesar de los años transcurridos, la mayoría de los principios y valores que uno tenía en sus años jóvenes siguen ahí, sólidos y firmes, y que han salido indemnes de todos los éxitos y todos los fracasos que jalonan su biografía.

jueves, 4 de noviembre de 2021

475. ONG de elefantes

No me suelo prodigar mucho hablando de cine en este blog, a pesar de que me considero bastante cinéfilo. Pero hay veces que no queda otra. Anoche tuve ocasión de ver Adú, una película que cuenta en imágenes tan bellas como estremecedoras y unos diálogos que no dejan indiferente a nadie una historia que provoca un aluvión de emociones que calan hasta la médula. Es una historia dura, por momentos muy dura, pero con momentos que dejan un pequeño espacio o resquicio a la esperanza. Refleja un mundo injusto, que en cierto modo todos nosotros, en mayor o menor medida, hemos contribuido a crear. Un mundo en el que los desfavorecidos tienen que humillarse constantemente, ya no sólo por un poco de misericordia, sino también, como dijo un día un buen amigo, por unas migajas de justicia. Una historia que nos recuerda que en el fondo todos estamos solos en el mundo y que cada uno tiene que apañárselas lo mejor que puede. 

Desde un punto de vista narrativo esta película cuenta una de esas historias en la que muchos espectadores, entre los que me incluyo, se ven reflejados en más de un personaje: en el protagonista (magistralmente interpretado por Luis Tosar), un defensor de causas perdidas desencantado, pero que a pesar de su desencanto se mantiene firme en sus principios, un romántico al uso convencido de que los imposibles son los únicos objetivos por los que realmente merece la pena luchar; en la hija rebelde, una joven que busca desesperadamente su camino en la vida, lastrada por algunos traumas y sin referentes claros, que coquetea con el mundo de las drogas y que esconde sus heridas e inseguridades tras una máscara de mujer fuerte y osada; en Adú (otra actuación portentosa), cuya inocencia, ilusión y fe en la magia le permiten ir superando todos los obstáculos que la vida le va poniendo en el camino; en el altruismo de su amigo y ángel de la guarda, Massar, un ejemplo de esos vínculos emocionales inquebrantables que se establecen de vez en cuando entre dos personas en un entorno en el que lo que predomina es un egoísmo feroz y la ausencia más absoluta de escrúpulos, solidaridad y empatía. Como resumen de este viaje emocional que Adú me dio oportunidad de realizar, me quedo con la frase redentora que la hija pronuncia, ya al final de la película, en el control de aduana cuando, con un orgullo que ni ella misma se esperaba, le dice a la agente que su padre tiene una ONG de elefantes.

El elefante, por múltiples razones que aquí y ahora no viene a cuento explicar, es uno de mis animales fetiche y tengo mi casa llena de figuritas de estos paquidermos en todos los tamaños y colores, muchos de ellos adquiridos en mercadillos callejeros a inmigrantes africanos, la mayoría seguramente sin papeles. No recuerdo cuando empecé a coleccionarlos ni tampoco muy bien el por qué y siempre creí que lo que tenía en casa era una colección, pero después de haber visto esta película sé que lo que tengo en casa no es una colección sino una ONG de elefantes. Una ONG humilde y muy personal, pero ONG a fin de cuentas.

Adú es una gran película, de esas que dejan huella, que reconcilian a uno consigo mismo y le reafirman en su forma de entender la vida.

lunes, 18 de octubre de 2021

474. Cenizas

Siempre me he preguntado a dónde irán a parar todos esos recuerdos que uno va acumulando a lo largo de una vida una vez se apague la memoria que los retiene, seguramente sublimados. En el mundo en que vivimos, en el que todo es cada vez más virtual: las comunicaciones, las transacciones económicas y comerciales, incluso el sexo o los sentimientos, no creo que tarde mucho en aparecer una plataforma digital que nos ofrezca espacios virtuales, nubes las llaman por ahora, en los que almacenar recuerdos, emociones y sentimientos hasta el fin de los siglos. La verdad es que cuesta aceptar que los recuerdos (me refiero a los bonitos) acabarán absorbidos por un agujero negro en otro espacio, el sideral. Antes de llegar ahí prefiero incinerarlos en vida y depositarlos en los lugares en que fueron generados, como quien devuelve a la vida lo que la vida le ha dado, sin rencores ni nostalgias, sino con serenidad y gratitud. Reflexiones de este tipo casi siempre surgen cuando el verano toca a su fin, y no me refiero sólo al verano estacional, sino también al emocional. Las emociones, de esto estoy totalmente convencido, también tienen sus estaciones; con toda la nostalgia que conlleva todo fin de ciclo, pero al mismo tiempo también con toda la ilusión que genera el inicio de otro. Este verano, en un primer momento sin ser muy consciente de ello, he incinerado bastantes recuerdos y los he ido esparciendo por distintas playas de la geografía española: durante numerosas caminatas por la mañana temprano por la playa de Razo; durante un paseo entrañable en la mejor de las compañías por la playa de el Saler; por los arenales de Benidorm, rodeado de humanidad, feísmo exótico y poesía (donde ha sido disparada la foto de esta entrada); o en una paradisíaca calita de El Grove donde tuve ocasión de recibir el otoño esparciendo el último puñado de cenizas en un mar sin olas, translúcido y sereno.

lunes, 27 de septiembre de 2021

473. Lobo de mar

Atando cabos, un viejo pescador tejió una red y un día, de mañana temprano, salió a pescar con ella en su bote de remos. Las dos primeras veces recogió la red vacía, pero al tercer lance le entró una sirena. Un ejemplar extraordinario: cuerpo perfecto, pechos pequeños y turgentes, piel tersa y morena; una melena dorada que le llegaba a la cintura; su mirar era hermoso y seductora su sonrisa. La cola, de escamas muy suaves al tacto, irisaban bajo los primeros rayos de sol. Pero la intuición de viejo lobo de mar le advirtió al pescador que el infortunio no pocas veces se presenta disfrazado de ventura. Además, a él no le gustaban las medias tintas. Por ello, con mucho cuidado y delicadeza, devolvió la sirena al mar. Antes de sumergirse de nuevo en el agua, la nereida, no sin cierto tono de rencor en la voz, le dijo: - No sabes lo que te pierdes. A lo que el veterano pescador, con la humildad, amabilidad y sabiduría de un monje budista, repuso: - Ni tú lo que yo gano.

Cuando se despertó de su resaca, una bofetada de realidad lo devolvió a su triste existencia: ni ella era una sirena, ni él un lobo de mar.

martes, 14 de septiembre de 2021

472. Solo en casa

Antes mi amo estaba siempre en casa, jugaba mucho conmigo y me sacaba varias veces al día a pasear. En nuestros paseos me encontraba con otros perros, también acompañados de sus amos, hablaba y jugaba con ellos, e incluso hacía nuevos amigos. Pero desde hace unos meses mi amo no juega conmigo ni me saca de casa. En cambio él sale todos los días, casi nunca se pone el bozal y muchas veces no vuelve hasta bien entrada la noche. Yo me paso el día solo en casa, triste y aburrido, merodeando por el pequeño jardín. Para llamar su atención, un día le mordisquee una zapatilla deportiva y otro día hice caca en el felpudo de la entrada. Pero él en vez de preguntarme qué me pasaba me dio una patada. Aquel señor mayor de gafas y pelo blanco que está al otro lado del camino saludando a su vecino acaba de decirle a éste que los verdaderos amigos se reconocen en cómo se comportan con uno cuando ya no te necesitan. No sé lo que significa esa frase, a veces es tan difícil entender a las personas.

jueves, 26 de agosto de 2021

471. Qué tiempos aquellos

En los tiempos que corren el campo visual se estrecha, el presente está lleno de dudas y el futuro es una incógnita por despejar. Así las cosas, es fácil caer en la tentación de mirar con morriña al pasado. Hace poco cayó en mis manos un relato que iba un poco de eso, el cual, resumido y parafraseado, venía a decir más o menos que, qué tiempos aquellos en que se fumaba en la cama (el pitillo de después), en que los sueños no se interrumpían ni con cien despertadores y las noches románticas duraban veinticuatro horas y (como diría Sabina) tropecientos días. Pero, ojito con estos nostálgicos tocamientos mentales, pues como dijo en cierta ocasión un amigo sabio de un amigo igual de sabio: las lágrimas que se vierten por el pasado suelen empañar la mirada al futuro.

domingo, 1 de agosto de 2021

470. 1 de agosto

El día 1 de agosto, día de fiesta nacional en Suiza, un servidor lleva a gala estar de aniversario. Fue un 1 de agosto, el de 1969 para ser más exactos, cuando con apenas siete años llegué a Suiza para reunirme con mis padres, que habían emigrado en mayo del 68 (otra fecha memorable). Al poco tiempo les seguiría mi hermano mayor. Cuando yo me fui, dejaba atrás un año y unos meses de vida campesina en la aldea de mis abuelos. Un año con algunas vivencias desagradables, como la separación de mi familia, el sistema pedagógico de un maestro autoritario y de credo falangista en la escuela unitaria de la aldea (véase entrada 153 de este blog) o los olores de los excrementos de los animales, especialmente el de las gallinas y el de los cerdos. Pero también guardo otros muchos recuerdos, muchísimos, tan bonitos que hace que en su conjunto las evocaciones de aquel año para mí sean tan entrañables. El salto del mundo rural gallego de finales de los años sesenta a un país moderno y avanzado como Suiza para mí fue como cuando el primer astronauta pisó la luna (Neil Armstrong llevó a cabo su hazaña sólo 12 días antes que yo la mía). Ahora que lo pienso, la furgoneta, una DKW creo que era, que nos llevó, entre otros, a unos tíos míos y a mí en un largo viaje hasta el centro de Europa, no debía ser mucho más cómoda que la cápsula del Apolo 11. Y ya puestos a establecer vínculos con la carrera espacial de la NASA (un artilugio con el que mi abuelo solía pescar un motón de truchas en el río Pequeno), yo también tengo mi frase, que, a pesar de no haberla pronunciado en su momento, considero que le da mucho sentido a mi biografía, pues aquel fue un paso insignificante para la humanidad, pero trascendental en mi vida. Recuerdo como si fuera ayer el abrazo con el que me recibió mi madre (este privilegio, mi admirado Armstrong, tú no lo tuviste al pisar la luna). Y si mi memoria no me falla (lo que últimamente suele suceder cada vez con más frecuencia), creo recordar que mi madre me dijo que las banderitas que engalanaban el pueblo donde vivían, las habían colocado por mi llegada. Yo, claro, con la necesidad de cariño que tenía, me lo creí y mi ego sufrió un considerable subidón. Un subidón que, 52 años después, de vez en cuando aún se sigue manifestando para llenarme el alma de nostalgia, el corazón de autoestima y, todo hay que decirlo, la cabeza de vanidad.

miércoles, 21 de julio de 2021

469. Alas rotas

Y un día el ángel de las alas rotas volvió a volar alto, muy alto. Muchas personas no confiaban en que llegaría ese día. Otros, en cambio, sí creyeron. A estos últimos el batir de sus alas les suena a música celestial. Y mientras el ángel se aleja volando y hasta que no desaparezca del todo tras el horizonte, seguirán su vuelo con la mirada atenta, llenos de nostalgia y orgullo.

viernes, 16 de julio de 2021

468. Caso resuelto

El agente Balbuena le pide a su superior que lo acompañe para poder exponerle su teoría acerca del caso Valentini. Se introduce en la jaula y mientras tira con fuerza del rabo a Simba, un felino de 9 años y 147 kilos de peso que dormita en una esquina tirado sobre una brazada de paja, le dice: - Lo ve, inspector, este minino sin ánimo, acabado, sin fuerza ni energía, no pudo haberse cargado a un robusto y experimentado domador como Valentini. Estoy convencido de que el asesino es alguien del circo. El inspector Iriondo no tiene tiempo de plantear ni una sola objeción a la teoría de su subordinado. La leona se revuelve ágil y veloz como una centella y de un certero zarpazo le raja la yugular al temerario agente Balbuena.

- Caso resuelto - musita cariacontecido el veterano inspector.

jueves, 8 de julio de 2021

467. Frate Sole

¡Hoy, jueves, 8 de julio, el verano ha llegado a Galicia! Con esa luz cálida, versátil y sorprendente que todo lo ilumina y transforma, que reanima ilusiones y entusiasmos. Una luz que renueva miradas, sensibilidades y hace que veas la vida en clave positiva. En verano, para un amante de la fotografía parece que la naturaleza posa para ti en exclusiva y, aunque sabes que no es así, hace que te sientas un privilegiado. Las sensaciones que puede llegar provocarte esta luz tan intensa abarcan un abanico de emociones ilimitado, que pueden ir desde el impulso (aware) que movió a San Francisco a escribir su famoso Cantico di Fratello Sole hasta el arrebato del artista, seguramente de brazos tatuados, que condensó el catecismo de toda una generación en el celebérrimo eslogan “sexo (seguro), drogas (blandas) y rock and roll (al gusto)”. Pero el verano es también la estación en la que uno es más consciente de lo rápido que pasa el tiempo, o lo que es lo mismo, de la fugacidad de la vida. Es por eso que hay que intentar llenar este par de meses de momentos únicos y genuinos, que merezcan la pena ser recordados, y creer ciegamente en que muchas veces las cosas no son como uno desea, sino mucho mejor.

nota: los matices insertados entre paréntesis son una imposición de mi alter ego

lunes, 21 de junio de 2021

466. Kanji

El lenguaje y el arte japoneses destacan, entre otros, por su capacidad de concisión. Véanse sino los universos que caben dentro de un haiku o la ceremonia del té, que poco o nada tiene que envidiar en despliegue ritual a la inauguración de unos juegos olímpicos. 

Los kanji son otro buen ejemplo.

ichi - El de la imagen, como símbolo de muerte que es, representa, según su autor, la idea del memento mori, expresión latina que significa "recuerda que has de morir" y que designa un elemento o representación artísticos que sirven para recordar la inexorabilidad de la muerte. Una expresión muy estoica que con frecuencia va seguida de otra, que viene a ser la visión epicúrea de la misma idea, carpe diem (disfruta el momento), mucho más en sintonía con mi forma de ser, pensar y sentir.

ni - Desde tiempos remotos siempre han existido dos formas de muerte por ahorcamiento, una impuesta y otra voluntaria. En este último caso este kanji puede ser interpretado como un alegato en favor y defensa de la eutanasia, y por tanto también como un testamento vital, en caso de que llegado el momento las circunstancias así lo requiriesen.

san - En el lenguaje coloquial “estar colgado” significa ser un tipo que ya no está en sus cabales, raro, estrafalario. Pero seguido de la preposición "de" significa estar muy enamorado de alguien, en cuyo caso simboliza esos vínculos afectivos tan frágiles y a la vez tan poderosos que se establecen algunas pocas veces entre dos personas, con todo lo que ello tiene de bueno y de malo.

shi - El Ahorcado o Colgado es también uno de los arcanos mayores del Tarot, el número 12 para ser más exactos. Dependiendo de cómo aparezca la carta sobre la mesa, vertical o invertida, puede tener diferentes interpretaciones. Si sale vertical suele representar un sacrificio, símbolo de renovación. Se dice que habla de los períodos de transición que todos los seres humanos pasan en determinados momentos de la vida. En este caso se trataría de una muerte simbólica por medio de la cual la vieja personalidad se extingue para dar paso a una renovación de espíritu. Representa la esencia de la vida misma, nada nos viene dado de forma gratuita o fortuita del todo, es preciso dar para recibir. Todo esfuerzo y tarea realizada, buena o mala, tiene su debida recompensa. La ley del karma, en otras palabras. 

En cambio, si la carta sale invertida, es indicadora de un egocentrismo excesivo, que genera ilusiones y lleva a realizar ciertos sacrificios inútiles. Pero también se suele interpretar como símbolo del sentimiento de aquellas personas que caminan por un camino espiritual y ven el mundo de manera diferente. En este sentido este arcano podría servir, y esta es una opinión muy personal, para ayudar a diagnosticar lo que en psicología se denomina rasgo PAS (persona de alta sensibilidad). 

Se dice también que el colgado lo está por su propia voluntad. Y se cree que es así por la expresión serena que hay en su rostro. Su pie derecho está atado, es cierto, pero su pie izquierdo permanece perfectamente libre. En este sentido reflejaría una necesidad de suspender cierta acción y ejemplificaría que toda elección sabia necesita previamente de un período de contemplación o, dicho en otras palabras, de consultas con la almohada. Invita por tanto a desligarse de algunas viejas costumbres y ataduras, pues sólo así se dará paso a un futuro prometedor, desconocido e incierto, pero brillante al fin.

 go - Aclaración: como corresponde a toda buena interpretación simbólica, el contenido de este texto está estructurado siguiendo una lógica rigurosamente irracional.

miércoles, 9 de junio de 2021

465. Frases hechas

Los idiomas están llenos de frases hechas, expresiones muy gráficas e ilustrativas, con su punto poético, que encierran una sabiduría y un sentir populares. Suelen ser uno de los aspectos más difíciles de asimilar cuando se estudia un idioma extranjero, pues con su carga metafórica requieren conocer la idiosincrasia de una cultura y, no pocas veces, del propio individuo que las utiliza. Algunas de ellas son auténticas lecciones de vida, otras un atajo para evitar largos circunloquios, otras una forma simpática de decir algo no siempre agradable o una manera de restarle gravedad a una sentencia en apariencia trascendental. Con frecuencia son expresiones que tienen una difícil traducción a otro idioma, aunque sea una lengua afín, como es el caso del gallego en: "ser lista/o coma un allo e feita/o coma un carto" (ser listo/a como un ajo y proporcionada/o y hermosa/o como una moneda). El castellano también tiene un larguísimo repertorio de este tipo de expresiones: “hacer de tripas corazón”, “dar palos de ciego”, “irse de rositas”, "dar calabazas", “caer del burro”, “perder los estribos”, “llevarse el gato al agua”, “dar vela en un entierro”, “verle las orejas al lobo”, “estar a verlas venir” y otras muchas. Una de mis preferidas es “consultar con la almohada”, pues hace referencia a un recurso muy útil para las personas que en determinadas circunstancias se nos suelen plantear muchas dudas a la hora de tomar decisiones. Actuar de forma precipitada casi nunca lo he considerado una buena estrategia (aunque en ocasiones no queda otra alternativa) y consultar con la almohada (sopesar los pros y los contras) cuando menos, y valga la paradoja, no está de más. Hace unos días recibí un regalo que no me esperaba. Son estos los regalos que más alegría y satisfacción suelen proporcionar. Un regalo en forma de almohada o cojín, que por razones varias tiene un significado muy especial para mí. Sé que a estas alturas de mi vida consultar con esta almohada no me va disipar las dudas que suelen atormentarme y sé que en demasiadas ocasiones seguiré tomando decisiones equivocadas, pero también estoy seguro de que en adelante sabré aceptar un poco mejor los reveses y las desilusiones que mis decisiones conlleven y que éstas ya no me quitarán tanto el sueño. No puede ser de otra manera, pues el cariño e ilusión que se pusieron en su confección le procuran al cojín una magia especial. Gracias Patri y Espe, de corazón.

miércoles, 2 de junio de 2021

464. Fototerapia

Una de tantas frases atribuidas a Mario Benedetti que circulan por las redes sociales reza: “y cuando menos lo esperas, una canción te dice todo lo necesitas escuchar”. Dudo que esta frase, al igual que otras muchas que se atribuyen al vate uruguayo, haya salido de su pluma, pero es bien cierto que cualquier bella e ingeniosa reflexión luce más si se pone en boca de un gran poeta. Y ésta vaya si lo es. Pero lo mismo que Benedetti (o quien sea) dice de una canción se podría decir de una pintura o de una fotografía: “y cuando menos lo esperas, una imagen te muestra todo lo necesitas ver”. Ese domingo fue como un regalo, hacía un tiempo estupendo y salí temprano, cámara en ristre, a recorrer las calles compostelanas. No sé por qué razón, pero necesitaba sentirme extraño en mi ciudad de acogida y mirar la ciudad con ojos distintos, con otra mirada, de turista entusiasta, quizás. Al pasar al lado del mural, que habré visto cientos de veces, desde el coche o caminando, noté que el cuadro me quería decir algo (y/o yo tenía la necesidad de escuchar algo). Reparé en los detalles del cuadro: la expresión de la señora, los pliegues del delantal, el gesto de las manos, el cielo imaginario que parecía querer fundirse con el real... y de repente el mural se llenó de significados. Me evocó el último viaje de algunas personas que formaron parte de mi vida y que ya no están; me señaló a esas otras, entre las que me incluyo, deseosas y necesitadas de huir de esta pandémica realidad; me recordó a ese ángel de la guarda de alas rotas que sueña con volver a volar. Sueña con volar, vivir, viajar, no importa a dónde: Xurés, Valencia, Islandia, Nueva York o Samarcanda. El rato que estuve ahí plantado contemplando este mural, disparando cuatro o cinco fotografías de este rincón, por lo demás poco agraciado, de Santiago recibí una buena inyección de entusiasmo y optimismo o, lo que es lo mismo, ganas de volar. Toda una sesión de fototerapia.

(Mural de Joseba Muruzábal pintado en el lateral de un edificio situado en la calle Romero Donallo de Santiago de Compostela)

miércoles, 26 de mayo de 2021

463. Modos y maneras

El subjuntivo es un modo verbal que da mucho juego. Es, a mi modo de ver y sentir, el más subjetivo (feliz coincidencia, que no relación, etimológica) de los modos verbales. Y como tal ofrece unas posibilidades expresivas que en determinadas circunstancias el indicativo o el imperativo no alcanzan, y mucho menos el condicional. Es cierto que este modo ofrece un valor temporal muy impreciso y su uso está condicionado por el contexto. Pero precisamente por eso, por el contexto, que se ignora en demasiadas ocasiones, y por no tenerlo en cuenta surgen con tanta frecuencia los malos entendidos. El modo subjuntivo permite expresar, entre otros, una duda razonable: no creo que estés contándome toda la verdad; una emoción, negativa: no me gusta que me mires así, o positiva: me encanta que me digas eso; una alegría: qué bien que hayas venido. Permite pedir algo sin caer en un imperativo autoritario: no me sueltes nunca; expresar una incerteza: quizás tengas razón; un deseo, bueno: ojalá te vaya bonito, pero también malo: mala chispa te coma. Permite hacer una proclama, cierta o no, de dignidad y de amor propio: me importa un carajo lo que digan; un lamento: ay, si te hubiese escuchado ... Pero independientemente de que se opte por un modo verbal u otro, se empleen los sustantivos más o menos apropiados y precisos, se usen más o menos adjetivos (estos, al igual que algunos adverbios categóricos, como nunca o siempre, suelen estorbar más que ayudar), lo primordial para comunicarse hablando es que haya (una vez más el subjuntivo) voluntad de entendimiento. Y aquí ya no llega con la lengua, sino que hay que tirar de tripas y corazón.


jueves, 20 de mayo de 2021

462. Bosque interior

En Loiba (Ortigueira, A Coruña) hay un banco en un acantilado ante el que se abre un mar tan inmenso e imponente, el Cantábrico, que parece abarcar el mundo entero. Alguien dijo un día que ese banco tenía las mejores vistas del mundo y por eso se ha convertido en un lugar de peregrinación para turistas, senderistas y domingueros. Sin entrar a valorar si esa aseveración es cierta o no (eso depende de gustos y sensibilidades), puedo afirmar, con argumentos igual de subjetivos, que en Paderne (Folgoso del Caurel, Lugo) se encuentra el banco con las mejores vistas interiores del mundo. El Caurel es como un pequeño Tibet gallego. Es un lugar en donde las distancias y el discurrir del tiempo son distintos, tienen un ritmo propio, más pausado. Los bosques son autóctonos, sin pinos ni eucaliptos; los senderos, de cuento; las pequeñas aldeas parece que siempre han estado ahí y en esta comarca boscosa uno se siente abrazado y acunado por la Madre Naturaleza. Tanto es así que a esta zona se accede por una carretera estrecha y sinuosa como un cordón umbilical. Sentado en el banco de Paderne es imposible no emocionarse con esa sinfonía de verdes que se extiende como un lienzo hiperrealista por toda la ladera del monte; o con el murmullo de un arroyo; con los sonidos del aire al deslizarse entre las copas de los árboles; con el ladrido desganado de un perro a lo lejos; con el olor a pan recién horneado, a madera vieja o al humo que sale de la chimenea de una cabaña en la que se está cocinando un puchero con berzas y castañas. Uno cierra los ojos y recibe la caricia de la suave brisa en su rostro, los rayos de sol se posan en los párpados, le traspasan la epidermis y proyectan luz sobre ese bosque interior que en el día a día impide ver los árboles que lo conforman: el árbol de la autoestima, al que le han salido algunas ramas nuevas que vienen a sustituir las que se perdieron durante el duro invierno; el árbol del entusiasmo, en cuyas ramas se intuyen ya algunos brotes verdes; también los árboles de la ilusión y de la honestidad, firmes ambos como robles, prestos siempre a ofrecer abrigo cuando llueve o sombra en días de sol; el árbol de las emociones, con la corteza llena de cicatrices, algunas aún sangrando, grabadas a punta de navaja; el árbol de la sabiduría, con las ramas tan altas que resulta muy difícil de escalar … y al abrir de nuevo los ojos, uno experimenta una extraña e insólita sensación de serenidad y gratitud. 

martes, 11 de mayo de 2021

461. Espejos

A veces me miro en un espejo y algo me dice que en la parte de atrás hay una bomba a punto explotar. No la veo, pero sé que está ahí. Es una sensación muy angustiosa. Aún así, no consigo dejar de mirarme. No sabría decir si lo que me atenaza es una suerte de temeridad o un miedo paralizante. 

 

 

 (Fotografía: Ramón Yoshimura)

domingo, 2 de mayo de 2021

460. Viaje en el tiempo

Bajé la pantalla del portátil, tomé la pastilla de Orfidal, apuré la taza de cacao, hice un pis y me fui a la cama. Pasaba de la una y media. Lo sé porque en la radio hacía nada que había empezado El Faro, el programa de la SER. Me dormí enseguida. Pero como últimamente duermo muy mal no tardé en despertarme. Imaginé que, como otras veces, habrían pasado una, como mucho dos horas. Pero cual fue mi sorpresa que la radio despertador marcaba las 00:45. No le encontraba una explicación lógica, era como si hubiese viajado hacia atrás en el tiempo. Pero de ser así no recordaba absolutamente nada de ese viaje. No me asusté, ni mostré emoción especial alguna. Es más, diría que lo que sentí fue una indiferencia absoluta. Me sorprendió más mi actitud que el misterioso viaje en el tiempo. La verdad es que últimamente me siento un tanto apático, desmotivado, siento desafecto por un montón de cosas que antes me resultaban agradables y no consigo entusiasmarme con casi nada. Con esta actitud negativa comencé a darle vueltas a la idea de que muchas teorías y conjeturas, como lo puede ser el hecho de viajar en el tiempo, están sobrevaloradas y son, por tanto y valga la redundancia, una auténtica pérdida de tiempo, pues poco o nada de provecho aportan al viajero. De repente noté un pequeño vacío en el estómago y me entraron ganas de orinar. Puse un tazón de leche a calentar en el microondas. En el baño, mientras aliviaba mi vejiga bostezando y rascándome la cabeza con la mano libre, me volví y comprobé (como en el celebérrimo cuento de Augsuto Monterroso) que el dinosaurio (en este caso su cepillo de dientes) todavía estaba allí.

viernes, 2 de abril de 2021

459. Toro mecánico

La pasada noche he vuelto a tener uno de esos desvelos productivos en los que el cansancio y la ansiedad por no poder conciliar el sueño se compensan con un buen recuerdo o con una idea para una nueva relatografía. En esta ocasión se trató de un recuerdo que creía olvidado y apareció, así de repente. Una historia que me contó hace tiempo un amigo al que echo mucho en falta, pues se murió no hace mucho por haberse clavado una espina de lubina salvaje en el corazón (véase la entrada nº 448). En realidad, más que una historia es una simple anécdota, pero las anécdotas que contaba mi amigo casi todas son fácilmente convertibles en historias o en relatos breves. En este caso se trata de una confesión extraña, muy en su estilo. En aquella época mi amigo estaba saliendo con una chica un tanto peculiar y me contó que una noche había acudido con ella a una discoteca en la que aquel fin de semana habían instalado como atracción un toro mecánico. A él le había parecido bastante vulgar y ridículo aquel espectáculo, en el que un cliente, por lo general pasado de copas, intentaba infructuosamente sostenerse sobre un artefacto que mostraba un lejano parecido con un toro de lidia y que se sacudía de forma endiablada en todas direcciones. Y no sólo eso, además, en ese ingenio había visto reflejada la turbulenta relación que estaba teniendo en aquel momento con aquella chica. A mí la descripción de su relación sentimental me pareció muy gráfica y precisa. Y también, todo hay que decirlo, muy ocurrente. No pude menos que preguntarle, que con quién de los dos se sentía él identificado, si con el toro o con el jinete. A lo que él, con semblante muy serio y la mirada perdida en el infinito, repuso que ese era el problema, que no lo sabía. 

martes, 23 de marzo de 2021

458. Vínculos

Por mucho que lo intento, no consigo separar texto e imagen. Los vínculos entre fotografía y literatura son tan estrechos y tan fuertes. Por lo menos para mí. Cuando leo un relato veo imágenes y cuando veo una fotografía (o miro a través del visor de mi cámara) leo historias. No sé si esto es bueno o malo, pero es así.