jueves, 28 de diciembre de 2023

500. Salud y larga vida

Subí la primera entrada a este blog el 1 de julio de 2010 y hoy, trece años y casi seis meses después, subo la última. La fecha elegida para cerrar este blog no es casual. No se me ocurre mejor día que el de los Santos Inocentes. Día en el que uno tiene licencia para hacer bromas, para reírse de todo un poco, especialmente de sí mismo. No tomarse la vida y a uno mismo demasiado en serio es una forma de estar en el mundo con la que sintonizo bastante bien.

Todo empezó un poco como una broma, para ponerle voz y cara a mis inquietudes creativas, para dar salida a mis tocamientos mentales, que diría aquel; para compaginar (maridar) dos aficiones que me apasionan, como son hacer fotos y escribir o, lo que es lo mismo, contar historias. Pero muy pronto, por circunstancias de todo tipo que fueron jalonando mi biografía en este tiempo, el blog se fue convirtiendo en algo más que un pasatiempo y se volvió terapia, válvula de escape, espejo en el que mirare y desnudarme para mejor (re)conocerme. Me permitió reflexionar y plantearme muchos interrogantes a los cuales he ido dando respuestas más o menos acertadas (el tiempo dirá si de verdad lo son). Han sido trece años muy ricos en experiencias vitales y de no ser por este ejercicio de reflexión, muchas de esas experiencias habrían pasado por mi vida sin pena ni gloria, sin dejar huella, no hubiese podido tomar la debida conciencia de todas ellas.

En algún momento, a mitad de camino, me propuse alcanzar las quinientas entradas, relatografías me gusta denominarlas. Parecía una meta difícil de alcanzar, pero lo conseguí y estoy orgulloso de ello. En esta última entrada quiero expresar mi agradecimiento a todas las personas que me habéis acompañado en esta travesía. Bien porque me habéis seguido y leído, bien porque me habéis dejado un comentario aleccionador o algún gratificante mensaje de ánimo, bien porque me habéis ayudado a realizar alguna fotografía o porque me habéis cedido una foto propia para poder armar una historia que necesitaba contar, o bien por haberme provocado la necesidad de dedicar una relatografía. A todas vosotras y todos vosotros muchísimas gracias de todo corazón.

Ahora, con la tranquilidad que proporciona el haber alcanzado una meta y el entusiasmo que a veces soy capaz de poner en mis proyectos, me embarcaré en nuevos retos, nuevos viajes en los que la fotografía y la escritura seguirán teniendo un papel muy destacado. Navegaré en otros mares, en otras naves y me miraré y desnudaré delante de otros espejos, para intentar seguir aprendiendo de la vida, para ir conociendo el mundo y a mí mismo cada día un poco mejor. Para aprender y conocer, pero también para aceptar(me) y querer(me) cada día un poco más. Seguramente coincidiremos en algún puerto.

Salud y larga vida.

sábado, 2 de diciembre de 2023

499. Ruido

 

Los gritos de la madre de los gemelos del primero que no quieren desayunar; el enésimo portazo a la entrada del edificio; la turbina de un secador de pelo; una lavadora que arranca a centrifugar; los ladridos del perro del vecino de al lado; el rozamiento del ascensor que pide a gritos una revisión; el aparato soplador con el que un empleado del servicio de limpieza barre las hojas del parque infantil; la alarma de la tienda de la esquina que se dispara un día sí y el otro también; el ruido de tazas y platos en el bar donde desayuno; el imbécil de turno que habla a grito pelado con el camarero sobre cosas que no interesan a nadie, ni al mismo camarero, al parecer amigo suyo; las explosiones de algún frente de guerra que el noticiero de la mañana emite desde tres pantallas de plasma; un camión de reparto descargando palets delante del supermercado de enfrente; los chillidos de los adolescentes a la entrada del colegio; una motocicleta sin tubo de escape que circula por la avenida a la velocidad de un obús; un tipo que no puede salir de su plaza de aparcamiento y se pone sonar el claxon como un energúmeno … Cada día me noto más vulnerable, cualquier ruido me molesta. Incluso aquellos sonidos que al principio parecían soportables o incluso agradables: avisos de entrada de mensajes en el móvil, el sonido de los lectores de códigos de barras en la caja del supermercado, el de los teclados de los cajeros automáticos, teléfonos o cualquier aparato electrónico ... Estoy convencido de que tanto ruido atrofia, no nos deja pensar, no nos deja escuchar lo que pasa en nuestro interior. Rodeado de ruido, nuestro cerebro sólo alcanza a escuchar lo que le viene del exterior y se olvida de sí mismo. Por eso anhelo y busco cada vez con más ansiedad espacios donde poder descansar del ruido, disfrutar del silencio y poder así escuchar lo que mis recuerdos, deseos, sueños o ilusiones crean oportuno contarme.