jueves, 11 de abril de 2013

158. Palabrotas

Hasta no hace mucho me pasaba las tardes jugando y corriendo por el prado con mis amigos y amigas de la granja. Por la noche dormíamos a resguardo del frío, de la lluvia y del viento; me encantaba oír las gotas de lluvia golpeando en el tejado de la cuadra mientras yo me arremolinaba calentita al lado de mi mamá. Entonces los días amanecían soleados, el desayuno era abundante y sabroso, y las tardes largas y divertidas. El amo estaba siempre de buen humor y cuando venía por el prado me acariciaba la espalda y me daba palmadas en las nalgas. Cuando mi mamá estuvo malita venía a verla varias veces al día y una vez vino acompañado de un señor que vestía una gabardina blanca y tenía cristales en los ojos y después mamá se puso buena muy pronto. Pero de un tiempo a esta parte el amo está siempre de mal humor y un par de tardes incluso se olvidó de traernos la merienda. El último temporal levantó el tejado de la cuadra y ahora llueve dentro, pero el amo no lo ha reparado y muchas noches mamá tiene que echarse encima de un charco. A veces tengo la sensación de que mamá me mira con cara triste, como si estuviese preocupada por algo, pero nunca me dice nada. Ahora el amo habla a gritos con todo el mundo, con la ama, con los niños, con los animales, y grita todo el rato palabrotas feas como euro, ministro, cuota láctea, impuesto, rajoy, caixagalicia, puta, gasoil, ruina, feijoo, pienso, beca, merquel y otras muchas. Esta mañana me despertó muy temprano y me hizo subir a un camión, muy enfadado y a empujones, y en vez de caricias me hizo daño. Ahora está allí al fondo, discutiendo con aquel señor que da a la cabeza y ha vuelto a gritar palabrotas, -euro, caixa, feijoo, pienso, ruina-. No sé lo que está pasando, pero tengo miedo y me están entrando ganas de llorar.

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