viernes, 11 de julio de 2014

212. Tragedia nacional

Lo que le sucedió el pasado lunes a la selección brasileña de fútbol fue un auténtico desastre. La forma humillante en que perdió con la selección de Alemania y por un resultado tan abultado, los aficionados al fútbol de ese gran país (la mayoría) no lo van a olvidar tan pronto ni tan fácilmente (ya se encargarán los futboleros argentinos de que eso no suceda). Si la derrota frente al equipo nacional de Uruguay en 1950 (el famoso macaranazo) aún escocía, este nuevo fracaso en un campeonato mundial de fútbol celebrado en su propio país no hizo sino echar vinagre en la herida. Quizás, como en 1950, se creasen demasiadas expectativas, quizá se fijasen objetivos demasiado ambiciosos, quizás se marcasen metas demasiado altas. Y ya se sabe que cuanto más alto se sube más tremendo será el batacazo. Aunque también es cierto que los desastres nacionales, y de esto en España sabemos un poco (y no me refiero sólo a eventos deportivos), suelen verse venir, pero lo que  pasa es que quien manda o decide suele no querer verlo o mira para otro lado y luego, claro, pasa lo que pasa. Lo de la selección de fútbol de Brasil se veía venir, pues los oráculos le eran desfavorables y el pobre fútbol que venía practicando no invitaba para nada al optimismo. Es más, según se iba acercando el fatídico día, más visibles se hacían esas sombras negras que acechaban amenazantes a los futbolistas canarinhos.  

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