martes, 27 de octubre de 2020

447. Huertas 39

Huertas 39, ese fue mi primer domicilio en Santiago de Compostela. Por eso celebro que en el proyecto de Fotoforum, Vínculos de Compostela, me tocase en suerte (bueno, la suerte a veces hay que buscarla) esta calle. Después de haberme documentado y paseado por allí para realizar las fotografías para este proyecto, puedo afirmar que esta calle es como el cordón umbilical que me vincula emocionalmente con mi ciudad de acogida. En mis recuerdos tenía el invierno de aquel año 1991 como uno en los más fríos, pero tras este proyecto caí en la cuenta de que ese mismo invierno está lleno de recuerdos cálidos, tanto o más que las lentejas del bar Calo. Gracias a las historias que me contó Ana Alonso Mougán, descubrí por ejemplo que el bajo del edificio donde vivía había sido una peluquería. Eso explica muchas cosas, fue como vivir, sin saberlo, encima de un volcán dormido. Ana vivió su infancia y su juventud en esta calle, donde su familia regentaba un horno de pan (o Nécoras). Me contó tantas cosas entrañables de su infancia y cosas terribles de la época de la Guerra Civil: atentados contra el horno de su familia con bombas caseras e historias de hombres huyendo de los temidos “paseos” a través de los desvanes intercomunicados de las casas, paseos que siempre acababan con los paseados tirados en alguna cuneta con un tiro en la nuca. Me habló también de un tío abuelo suyo, Eduardo Alonso, anarquista que regentaba un prostíbulo llamado O Inferno en el barrio de O Pombal, quien en una ocasión por Semana Santa contraprogramó una procesión con prostitutas y que un tiempo después apareció con un tiro en la cabeza, no se sabe si por irreverente, anarquista o por las dos cosas a la vez.

Pero el aspecto más fascinante de la calle de las Huertas es su simbolismo poético. Esta calle, a día de hoy perfectamente integrada en el núcleo histórico compostelano, pero en otra hora ubicada en terrenos extramuros, representó durante años el camino más corto entre el barrio del Pombal, barrio chino de Santiago, y la plaza del Obradoiro, centro del universo jacobeo; entre el pecado y la virtud; entre el infierno y el cielo. La foto está hecha desde la parte baja de la calle. Con esta perspectiva se pretende destacar que el camino al Paraíso es siempre cuesta arriba y constatar también que cuesta abajo todos los santos ayudan.

2 comentarios:

  1. Emotiva entrada, Jose. Casualidades frecuentes en este minúsculo universo compostelano (y que me evoca esa otra salmantina que también nos vincula), conozco a Ana y a algún otro miembro de su familia. Pero no tanto como para haber escuchado esas historias que conforman tristemente nuestro pasado, no tan lejano.

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  2. Muchas gracias, Fernando. Tienes razón, la vida está llena de vínculos emocionales invisibles. Ahora mismo no recuerto dónde está la calle Huertas en Salamanca, pero me suena y dice mucho, la señora en cuyo piso viví cuatro años y que fue como una segunda madre para mí y para los otros dos compañeros de piso, se llamaba Teresa Huertas. A Ana le pedí ayuda y se ofreció en seguida y, además, se lo tomó con con mucho interés.

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