domingo, 1 de noviembre de 2020

448. Mencía

Ese amigo mío del que ya he hablado en varias ocasiones en este blog se ha ido. El pasado martes me llamó a las tres de la madrugada para decirme que se encontraba mal, decía que se le había clavado la espina de una lubina salvaje en el corazón y que tenía mucho dolor. - Cómo vas a tener una espina de lubina clavada en el corazón, eso es absurdo, le dije. Pero por su tono de voz intuí que algo raro estaba pasando y salí pitando para su casa. Me abrió la puerta y él seguía diciendo cosas sin mucho sentido, que se le había volatilizado el queso, que los espejos se habían estropeado, que estaba secándose las lágrimas con vino. Ese tipo de perlas retóricas son algo muy habitual en él, pero ahora era distinto, su estado era lamentable. Llamé una ambulancia y en cuarenta minutos estábamos en urgencias. Pasamos enseguida y yo me senté en una sala de espera.

Me imaginaba que se trataría de una simple cogorza. Pero cuando a la media hora vi acercarse al médico supe que algo iba mal. - Lo siento, entró en parada cardiorrespiratoria y no pudimos hacer nada por él. La noticia me sentó como una patada en la boca del estómago. - Es usted familiar suyo? - No, pero como si lo fuera. Él no tiene hermanos y sus padres se murieron por covid el pasado mes de marzo. Ya me encargo yo de avisar a la funeraria y de todo el papeleo. - Si deja sus datos en esa ventanilla, - añadió el médico-, puede recoger sus pertenencias.

Con una sensación de incredulidad absoluta, en estado de shock, como quien está viviendo una pesadilla, recogí sus cosas, me dirigí al aparcamiento y subí al coche. Antes de arrancar miré lo que había dentro de la bolsa. Su billetera, una navaja pequeñita, un blíster de tranxilium, una ficha de dominó (el 3:4) y unas hojas dobladas. Una era la factura de un restaurante (crema de cangrejo, lubina al horno, ración de brazo de gjtano, vino, manzanilla y café cortado). La factura tenía una anotación a mano, la caligrafía era inconfundible, con las eses escritas del revés, era de mi amigo: “espero que te sirva para desgravar en la próxima declaración (de amor)”. El otro papel era una hoja arrancada de la revista dominical de El País, se trataba de un reportaje sobre los vinos del Bierzo y tenía subrayada una parte del texto que enumeraba las características de la uva mencía, “Divertida. Sensible. Cabrona. Elegante. Delicada. Desconocida. Fácil y difícil. Diversa. Fragante. Versátil. Mágica. Transparente. Fresca. Exigente. Profunda. Díscola. Mística. Caprichosa, Excepcional. Compleja. Alegre”. No entendía nada, como de costumbre. Siempre me costó entenderlo, como a todos los genios. 

Sus manías, ocurrencias, paranoias, anécdotas me proporcionaron mucho material para este blog. Creo que ya es hora de decirlo. Me había propuesto dar por concluida esta página al llegar a las quinientas entradas, me faltan cincuenta y dos, y ahora no sé cómo voy a lograrlo sin la inspiración de mi amigo. Pero tengo que conseguirlo, como sea. Se lo debo. Que la tierra te sea leve, hermano.

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