martes, 15 de diciembre de 2015

268. Candidatos

Estamos en plena campaña electoral, ese período durante el cual los políticos salen de su redil, se vuelven alegóricos, metafóricos e hiperactivos, a saber, lo que muchos gustan denominar fiesta de la democracia. Y como en toda fiesta que se precie, también en ésta no faltan gorrones. Gorrones disfrazados para la ocasión de deshacedores de entuertos, gestores de lo ajeno o simples flautistas de Hamelín. Además de fomentar la proliferación de oportunistas y arribistas, las elecciones tienen también algo de mobbing: candidatos vestidos de manera casual y candidatas monas y sonrientes te endosan folletos, chapas y banderitas en la calle o a la salida del trabajo; coches que incumplen todas las normativas de la ITV, tuneados con pegatinas y provistos de potentes megáfonos, recorren las calles contaminando la ciudad con sintonías insufribles, torturando a los viandantes con machaconas consignas políticas. Y desde las vallas publicitarias los candidatos y candidatas nos ponen unos ojitos, que a uno le entran ganas de denunciarlos también por acoso sexual.
En período electoral los candidatos pierden su dignidad y acuden a ferias, mercados, entregas de premios, eventos deportivos y verbenas varias con el fin de conseguir votos a cambio de irradiar un optimismo perecedero mediante sonrisas ortopédicas y promesas que no piensan cumplir. Les fascina ese glamour de barrio y se mueven entre la muchedumbre rodeados de palmeros, saludan a desconocidos con un fuerte apretón de manos mirando a cámara o al escote de una frutera y piden el voto sin ruborizarse, con el mismo descaro y desesperación que un yonqui te pide unas monedas para poder hacerse con su ansiada dosis.
Al final del día, una vez cumplido con las obligaciones laborales y hechos todos los recados, uno se refugia en su hogar, pone la tele o la radio para desconectar un poco de la realidad y, hala, se te llena la casa de gremlins políticos: en los resúmenes de los mítines del día se destacan frases para la polémica y el debate, frases pensadas y repensadas por los estrategas de campaña y asesores políticos. Frases unas veces vacías de contenido, otras simples perogrulladas, pero bien sonantes e ingeniosas, y casi todas falsas o medias verdades. Y uno piensa si no debería ser obligatorio que en campaña electoral los candidatos estuviesen conectados a una especie de monitor-holter-polígrafo que hiciese sonar una alarma o encenderse un piloto cada vez que el candidato de turno dijese una mentira, una barbaridad o mirase el escote de una simpatizante. De ese modo los indecisos muy posiblemente no lo serían tanto y los resultados de las elecciones resultarían menos previsibles.
El país está muy necesitado de profundos cambios y es preciso comprometerse y tomar partido, pero a la vista de los posados televisivos de los candidatos y las comparsas callejeras de las comitivas electorales, es difícil ilusionarse y la desesperación acaba apoderándose hasta del más optimista. Estoy seguro de que a estas elecciones (como a todas) también se presentan personas decentes, sinceras y con madera de políticos, pero el problema es que de un tiempo a esta parte los candidatos les siguen el juego a los trileros mediáticos y al final todos acaban pareciéndose en exceso.