martes, 29 de julio de 2014

214. fotohaiku nº 31















cuando despierte
por favor, no me digas
que fue un sueño

213. Number one

Creo que está sobrevalorado el destacar en una sola disciplina deportiva, el ser el número uno en tenis, ciclismo, atletismo, esquí, natación, gimnasia, motociclismo o lo que sea. Todos los deportistas, desde una edad muy temprana y espoleados por las marcas publicitarias aspiran a ser un number one el día de mañana. Es su gran sueño. Incluso en los deportes de equipo cada vez más se destacan los valores del individuo por encima de los del colectivo. Sólo hay que ver como se celebraban antes los goles en el fútbol y como se celebran ahora o el circo que se genera en torno a Cristiano Ronaldo cada vez que marca un gol. En el último medio siglo las tendencias en el deporte las ha marcado EEUU y de allí nos ha llegado en buena medida esa manía por el número uno. En el baloncesto, por ejemplo, nos encontramos con un jugador número uno en mates, otro en triples, otro en rebotes, en asistencias, en tapones, en robos de balón, etc. Y, lo que es más grave, esta manía ha sobrepasado los límites del deporte y ha  alcanzado otros ámbitos de la vida como la alta cocina, la alta costura, la arquitectura o incluso el mundo científico, por ejemplo, la medicina, la astrofísica o la biología. De ahí que de vez en cuando oigamos hablar de que tales o cuales personas son los números uno mundiales en implantes de cadera, en agujeros negros o en coleópteros. Hoy día no basta con ser muy bueno, ni siquiera buenísimo. No, hay que ser el number one. Esta adoración casi patológica por el número uno, además de parecerme algo enfermizo, la considero una tremenda injusticia para con aquellas personas que sólo son muy buenas en una disciplina y, quizás, buenas en unas cuantas más (que las hay, y muchas). Por eso en el deporte me merecen especial simpatía y respeto aquellas disciplinas que mezclan varias habilidades, como el decatlón, el heptatlón, el pentatlón moderno o el triatlón. Es más, creo que son pocos los deportes multidisciplinares existentes y pienso que debería haber más, y más variados. No sé, quizás algo así como un pentatlón posmoderno, en el que se combinarían habilidades, destrezas y talentos como: contar historias a niños antes de dormir, hacer sudokus de nivel alto, inventar nombres para estaciones de metro, hacer coreografías lineales por la playa o embalar bicicletas de paseo. Por qué no, el pentatlón posmoderno podría acabar siendo una disciplina olímpica y no desmerecería en absoluto la portada de un diario deportivo ni tampoco la de uno de información general y las posibilidades de negocio para potenciales patrocinadores, a mi modo de ver, podrían ser muy interesantes.

viernes, 11 de julio de 2014

212. Tragedia nacional

Lo que le sucedió el pasado lunes a la selección brasileña de fútbol fue un auténtico desastre. La forma humillante en que perdió con la selección de Alemania y por un resultado tan abultado, los aficionados al fútbol de ese gran país (la mayoría) no lo van a olvidar tan pronto ni tan fácilmente (ya se encargarán los futboleros argentinos de que eso no suceda). Si la derrota frente al equipo nacional de Uruguay en 1950 (el famoso macaranazo) aún escocía, este nuevo fracaso en un campeonato mundial de fútbol celebrado en su propio país no hizo sino echar vinagre en la herida. Quizás, como en 1950, se creasen demasiadas expectativas, quizá se fijasen objetivos demasiado ambiciosos, quizás se marcasen metas demasiado altas. Y ya se sabe que cuanto más alto se sube más tremendo será el batacazo. Aunque también es cierto que los desastres nacionales, y de esto en España sabemos un poco (y no me refiero sólo a eventos deportivos), suelen verse venir, pero lo que  pasa es que quien manda o decide suele no querer verlo o mira para otro lado y luego, claro, pasa lo que pasa. Lo de la selección de fútbol de Brasil se veía venir, pues los oráculos le eran desfavorables y el pobre fútbol que venía practicando no invitaba para nada al optimismo. Es más, según se iba acercando el fatídico día, más visibles se hacían esas sombras negras que acechaban amenazantes a los futbolistas canarinhos.