lunes, 24 de junio de 2019

383. Biografías comprimidas


Era el menor de tres hermanos. De joven le gustaba Supertramp y la profesora de francés. Se le daban bien la historia y las matemáticas, pero plantó los estudios en 2º de BUP. También era muy diestro en todo tipo de trabajos manuales. Quizás por eso siguió la profesión de su padre, tapicero, para acabar haciéndose cargo del taller familiar. La mili la hizo en artillería, se casó a los 27 y tuvo dos hijas. Al primer coche, un Renault 4 TL, le hizo casi 300.000 km. Sin salir de Galicia. El último, un Dacia Sandero, apenas salió de la cochera. Enviudó pronto, a los 61 años. Unos pocos meses antes de jubilarse, tenía intención de terminar por fin la maqueta del Santísima Trinidad, le detectaron un cáncer de páncreas. El día de su entierro hacía sol y soplaba viento del noroeste.

jueves, 20 de junio de 2019

382. Efecto mariposa

Leí que un repartidor de pizza sueco obsequió con un piropo a un ama de casa en Uppsala y en Borneo un orangután sufrió un tremendo ataque de celos y se encaramó a lo más alto de un árbol. O que un violinista japonés se comió una fabada asturiana en un céntrico restaurante de Avilés y en el Golfo Pérsico un petrolero iraní saltó por los aires. También que la profecía realizada por un gurú hindú a un adolescente en Nueva Delhi se le cumplió a un taxista que residía en Australia y estaba a punto de cumplir los 63. Y que el amor platónico que una monja clarisa sentía por su confesor en  Dublín le produjo un embarazo psicológico a una empleada de correos en Ciudad del Cabo. Todo esto me suena a cuento chino, no obstante esta mañana volví a sufrir un cólico de riñón, así sin más, de repente. Ignoro si ese dolor fue lo que provocó el resbalón de una peregrina polaca en Fulda que se dirigía a Santiago de Compostela o si, por el contrario, fue consecuencia de la última barbaridad tuiteada por el presidente de los EEUU.

lunes, 3 de junio de 2019

381. Intuiciones

Una chica ensimismada, semeja una corzuela distraída, capta la atención de un chico. Éste acecha con instinto de pantera, ve una presa fácil. Un fotógrafo, con pose de francotirador, apunta a la pantera con su cámara de mira telescópica aguantando la respiración, presiente un desenlace dramático inminente. A espaldas del francotirador se intuyen varias miradas: la de una señora que asoma a la ventana de un tercer piso, parcialmente oculta detrás de un visillo; la de un jubilado que se para en la acera a observar la escena creyendo, quizás, que lo que está presenciando no es una escena cotidiana, sino parte del rodaje de un thriller; o la de otro francotirador que duda si cargar también su rifle, pero que acaba desistiendo; su ego y vanidad le impiden enfocar cualquier objeto o escena que no haya visto él antes que nadie. Recuerdo que respondiendo a estas intuiciones me giré para comprobar que efectivamente la señora del visillo, el jubilado o el fotógrafo perfeccionista y vanidoso estaban observándome, pero no era así. Al volver la mirada hacia delante la corzuela y la pantera habían desaparecido. Menos mal que conservo esta fotografía, fruto del único disparo efectuado, para convencerme a mí mismo de que esta escena existió de verdad y no es fruto de una fantasía, delirio o pesadilla; pues al igual que sucede en cine o en literatura, en ocasiones también en fotografía conviene decir que todo parecido con la realidad es pura coincidencia.