Con ocasión de una exposición de Fotoforum Compostela aproveché
mis turnos de vigilancia para observar a los visitantes y tomar notas acerca de
sus actitudes y comportamientos. En dos días conseguí elaborar una lista con
una treintena de tipos diferentes. He aquí unos cuantos.
Alérgico.- Inquieto, nervioso, se mueve mucho. Se aproxima con recelo a las fotografías. Cambia constantemente de pose. Se rasca y se toca
distintas partes del cuerpo: el mentón, la oreja, la ingle.
Castrense.- Presta atención a
todas las fotos. Se planta firme delante de cada una de ellas. Las manos en la
espalda y las piernas ligeramente separadas. Mira con gesto displicente como si
estuviese leyendo la cartilla a un soldado.
Desafiante.- Va
buscando pelea. Sólo se para delante de aquellas fotografías que no le gustan.
Las mira con desdén y da la cabeza.
Enamorado.- Acude
con su pareja. Ambos muestran mucho interés por la exposición. Se diría que están
buscando alguna fotografía para incluir en una lista de bodas. No se ponen de acuerdo.
Esnob.- Parece
estar haciendo tiempo. No se quita las Ray-Ban
en ningún momento. Pasa de largo en la mayoría de las fotos. Especialmente ante
las de tonos más oscuros.
Forense.- Se
acerca mucho a las fotos. Se interesa por todos los detalles técnicos. Le vendría bien una lupa. Más que mirar o contemplar las fotos, las escudriña, las
huele, saborea.
Frenético.- Pasa
por la exposición a toda prisa. Está pendiente del whatsapp y del Facebook.
Fotografía algunas fotos de forma, parece, aleatoria. Con la intención,
supongo, de mirarlas con calma una vez en casa.
Frívolo.- Va
en pareja, se para delante de la mayoría de las fotos. De todas hace algún comentario,
sospecho que jocoso, pues su acompañante se ríe sin mucha discreción.
Indiferente.- Pasea
arrastrando los pies y con las manos en los bolsillos. Realiza el recorrido
completo. Pero cualquier cosa lo distrae: un ruido, un extintor, unos ojos
azules. Es capaz de pasar ante tres o cuatro fotografías sin prestarle la más
mínima atención.
Mayordomo.- Camina
con paso solemne a poca distancia de las fotografías. Su mirada es analítica,
como si estuviese comprobando la pulcritud y brillo de los marcos y que estos
estén correctamente alineados.
Nihilista.- Acude
acompañado, se planta en una esquina de la sala con los brazos cruzados y la
mirada perdida. Espera pacientemente que su acompañante termine de mirar todas
las fotos y el calzado de los de visitantes.
Padre.- Se hace
acompañar de su hija de unos seis o siete años. Ambos deambulan por la sala como
por un centro comercial. Él sólo muestra interés por las fotografías que le
señala la niña.
Penitente.- Se
detiene ante cada una de las fotografías, con sentimiento, respeto y devoción.
Cual cofrade en un vía crucis.
Perezoso.- Descubre
que un vídeo muestra en bucle las mismas fotografías que están expuestas y opta
por ver la exposición sentado en una silla de tijera.
Polizón.-
Entra en la sala asustado y timorato. Se siente muy lejos de su zona de
confort. Teme molestar a alguien o que alguien le recrimine por algo o, quien sabe, le
robe la cartera. Todo el tiempo que permanece allí está al acecho. Las pocas
fotografías que ve las mira por el rabillo del ojo.
Profesional.- Sólo
se acerca a ver unas cuantas fotografías, con más curiosidad que interés. Cuesta
hacer conjeturas acerca del criterio de selección.
Respetuoso.- Se
mueve por la sala como si se encontrase en un tanatorio. Parece que va buscando
a los familiares del fotógrafo para darle el pésame o, en su defecto, la enhorabuena.
Sigiloso.- Casi
pasa desapercibido, pero su caminar felino lo delata. Se mueve por el recinto como
si estuviese buscando algo: una obra que poder llevarse, el cuarto de baño o un
lugar discreto en el que montar su propia exposición clandestina. Es, de todos,
el tipo con el que más me identifico.
Ahora que lo pienso, la actitud con la que todos estos
tipos pasan por una exposición fotográfica, no creo que difiera mucho de la
actitud con la que transitan por la vida.