lunes, 13 de enero de 2014
190. Discursos
Había algo
en la foto que no encajaba. La miraba desde todos los ángulos posibles, pero
por más que lo hacía no lograba averiguar lo que era, lo que tanta confusión me
producía. Decidí concederme un descanso, bajé la pantalla del ordenador y salí
a despejarme un poco. Tras un largo paseo por el barrio entré en una cafetería, pedí
un café y comencé a pasar las hojas del periódico que había sobre la barra:
Sacyr dejaba en suspenso la megaobra del canal de Panamá, vender marihuana ya
era legal en el estado de Colorado, la policía certificaba que Gürtel
había sufragado gastos electorales del PP, el ministro de economía aseguraba
que la creación de empleo en 2014 sería significativa. Nada nuevo, más de lo
mismo. Pero de repente, mientras leía un resumen del discurso de nochevieja del
presidente de la Xunta
de Galicia, Alberto Núñez Feijoo, se me encendió una luz y lo vi todo
claro. Pagué el café y subí corriendo a mi casa, levanté la tapa del ordenador,
abrí la carpeta FOTOS y mientras iba recobrando el ritmo normal de la
respiración pude comprobar que, efectivamente, nuestro presidente me había proporcionado la clave. ¿Cómo había podido estar tan ciego antes de leer el resumen de su discurso?
De golpe se disipó toda mi confusión, ahora todo era tan evidente: lo que la fotografía
mostraba no era una pizza como yo había creído en un principio. No era un
pizza, sino una empandada gallega top less. Para que luego digan
que los discursos de fin de año de los presidentes autonómicos no sirven para
nada.
viernes, 10 de enero de 2014
189. Pecados, capitales
lujuria,
Roma;
gula,
Berlín;
ira, Atenas;
soberbia,
Londres;
envidia y
avaricia,
Madrid.
miércoles, 8 de enero de 2014
188. Volar alto
No se puede volar
alto si no se tienen alas, como tampoco se puede correr bajo la lluvia sin
mojarse, ni citar a Hans Magnus Enzensberger en una discusión de fútbol sin
quedar como un pedante, ni dirigir un país en chándal sin parecer un idiota, ni
hacerse una foto disfrazado de Cid Campeador sin quedar como un acomplejado, ni
tampoco puede uno acariciar al perro de un ministro rabioso sin acabar mordido.
Pero, en cambio, sí se puede sacar al perro aunque llueva, salir a correr en chándal, leer a Enzensberger sin complejos, morder como un Cid Campeador cuando algún ministro pedante pretende recortarnos las alas y, por supuesto, también puede uno salir volando si quien dirige el país no se moja y sólo aspira a discutir de fútbol y a salir en las fotos sin parecer demasiado idiota.
Pero, en cambio, sí se puede sacar al perro aunque llueva, salir a correr en chándal, leer a Enzensberger sin complejos, morder como un Cid Campeador cuando algún ministro pedante pretende recortarnos las alas y, por supuesto, también puede uno salir volando si quien dirige el país no se moja y sólo aspira a discutir de fútbol y a salir en las fotos sin parecer demasiado idiota.
187. Claustros
Durante
aquel paseo pude ver el tiempo alejarse en muletas, despacio entre las sombras
de los cipreses, perderse para siempre por el gran portón, y oír, quizás por
última vez, el eco lejano de aquellas palabras que nunca había llegado a
pronunciar, y fue entonces cuando percibí la serena soledad que inspiran los claustros
soleados en las tardes de otoño.
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