martes, 19 de noviembre de 2019

397. En defensa del título


Esta expresión proviene del mundo del boxeo, un deporte en el que los títulos, como sucede a menudo en fotografía, no son para siempre. Pero mientras en el noble y primitivo arte del pugilato los títulos se consiguen y se defienden a puñetazo limpio, en el arte de la fotografía la pelea es más bien dialéctica. Los fotógrafos y los amantes de la fotografía se pueden dividir en dos grandes grupos, a saber, aquéllos que creen que una fotografía no debe llevar un título y aquéllos que consideran que sí. Los primeros arguyen que todo lo que una imagen tiene que contar o transmitir ha de estar contenido en la propia imagen. Lo justifican con argumentos como que si una fotografía necesita un título es que ésta es mala, que no es capaz de transmitir por sí misma, que necesita una muleta. Le reprochan al título el condicionar la mirada del espectador. Los segundos, por su lado, creen que el título es necesario, pues de eso se trataría, de ayudar a comprender lo que el fotógrafo ha querido decir a la hora de componer la fotografía. Se trataría de un recurso más. El fotógrafo, sostienen, siempre condiciona la mirada del espectador, no sólo con el título sino también con la composición, con el encuadre, con la luz etc. Pero también existe un tercer grupo, no menos numeroso y en el cual me incluyo, que cree que hay fotografías a las que un título les sobra, les está de más, pues no les aporta nada y les resta mucho; en cambio otras piden un título a gritos. Un título que permita al autor de la fotografía poner el foco en un aspecto concreto de la historia que quiere contar, glosando, destacando, contrastando su contenido, estableciendo nexos con elementos que no están presentes en la imagen etc. En cierto modo se podría decir que una fotografía con título es más narrativa y una sin título, más lírica. La imagen que acompaña este texto, por ejemplo, según el título que le pongamos pondremos el foco en un aspecto u otro y en cada caso la historia será distinta. O mejor dicho, según qué historia queramos contar, optaremos por un título u otro. Si la titulamos en un caso Merry Christmas, en otro Vendeta y en un tercero Boyas del bosque, veremos con la misma imagen tres fotografías distintas. Y esta libertad (que no imposición) a la hora de crear es necesario defenderla, si es preciso a puñetazo (dialéctico) limpio.

lunes, 4 de noviembre de 2019

396. Pura poesía pura


Cómo celebro toparme con graffitis como el de la foto. No hace mucho me había encontrado con otro similar pintado con barra de labios sobre un cristal del Pazo da Cultura y firmado con un nombre de mujer y que rezaba (sic) “Follame sin amor, quiereme luego”. La ausencia de tildes me hizo pensar que bien podría tratarse de una joven de origen argentino o uruguayo y me recordó otra pintada que leí en un su día en un muro del malecón de Montevideo que sentenciaba: “La poesía empieza en los pezones” (por esos pagos, de amor y poesía saben un rato). Que un joven (o quizás tardoadolescente) prefiera escribir su poema de amor en la pared de la biblioteca municipal (toda una acción reivindicativa, dicho sea de paso) en vez de wasapear o tuitear el texto en las redes sociales, me parece entrañable, además de auténtico y genuino. Quizás lo vea así por pura nostalgia, por lo que tiene de vuelta al pasado, a aquel pasado cada vez más lejano, cuando se escribían aforismos, consignas políticas e insolencias para todos los gustos en los muros del instituto. Con un lenguaje sencillo, directo y preciso, sin artificios ni adjetivos pretenciosos, este poema expresa un sentimiento tal como es, puro, sincero y honesto. El error ortográfico, grave si se tratase de un ejercicio escolar, aquí es un punto a favor, le aporta humanidad al poema. Le da un plus de realidad y autenticidad (al igual que ese pequeño borrón, posiblemente fruto de la emoción al llegar al clímax poético en el viceversa). La poesía no sólo está en la excelencia lingüística, sino también en la pureza del sentimiento que transmite. Lo dicho, pura poesía pura.



PD: Suerte, Chicho, y ojalá tus deseos se vean cumplidos.