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El pasado día 22 de mayo se celebraron elecciones municipales en todo el territorio nacional y autonómicas en algunas comunidades -entre éstas, y sólo por poner el ejemplo que me pilla más cerca, la Comunidad Valenciana–. Después de cenar me disponía a endulzar el paladar con una pieza de fruta mientras me iba enterando a través de la radio de cómo
evolucionaba el escrutinio de los votos, cuando al pelar un plátano me llevé un tremendo susto: en vez de la pulpa sabrosa, tersa e inmaculada característica del popular fruto canario me
encontré con un chorizo pringoso -o debería decir pringado- y de rancio
tufillo. De esto ya hace casi dos semanas, pero el mal cuerpo que se me puso entonces aun perdura y, además, desde ese día mi casa
huele a charcutería y está llena de moscas, una de las cuales tengo todo el día
rondándome detrás de la oreja. Algo me dice que de un modo u otro los resultados de las elecciones autonómicas y este fenómeno
paranormal están relacionados.