miércoles, 8 de diciembre de 2021

476. Ciudades espejo

Recientemente he tenido la ocasión de regresar a una ciudad en la que residí y, sobre todo, viví (estos dos términos no siempre son sinónimos) durante cinco años. Unos años, esto hay que destacarlo, que marcaron sobremanera mi biografía. Había vuelto en alguna otra ocasión, pero en viajes relámpago, viajes burbuja, viajes en que uno va, pero no está. Pero esta vez fue distinto, muy distinto, fue un viaje emocional al pasado. Necesitaba un viaje así. Un viaje en el que uno se encuentra con escenarios, rincones, espacios, lugares que han marcado su vida y comprueba que siguen ahí, como si le hubieran estado aguardando, echando en falta. Algunas cosas, muchas, han cambiado. Unas para bien, otras no tanto. Eso es ley de vida, todo es un continuo fluir. Igual nos pasa a las personas, que estamos en un proceso de cambio constante, procurando siempre evolucionar, aunque a veces tengamos la sensación de que involucionamos. Este tipo de ciudades tiene la feliz particularidad de que son como un espejo en el que mirarnos y cuyo reflejo proyecta luz en nuestra memoria. Huelga decir que no todo lo iluminado brilla, pero de alguna manera todo parece cobrar un cierto sentido bajo esa luz. Un espejo, además, que ofrece una suerte de perspectiva histórica, que le permite a uno verse con los ojos de antaño. Resulta muy reconfortante comprobar que, a pesar de los años transcurridos, la mayoría de los principios y valores que uno tenía en sus años jóvenes siguen ahí, sólidos y firmes, y que han salido indemnes de todos los éxitos y todos los fracasos que jalonan su biografía.