jueves, 7 de julio de 2011

50. Torre de Babel

Desde que empezó el verano a Compostela llegan casi a diario autocares cargados de turistas-peregrinos procedentes de todos los rincones del mundo. Llegan ansiosos por abrazar la imagen del Apóstol, por dar con la cabeza contra varios pilares de la catedral, por introducir o colocar la mano en cuanto hueco encuentran dentro del templo y por terminar la ceremonia dejándose hipnotizar por el vuelo del dragón de incienso. Luego habrá tiempo para cumplir con otro ritual, esta vez pagano (lo de pagano es porque cuesta dinero), que consiste básicamente en comer pulpo, comprar una gaita de juguete y, sobre todo, un décimo de la lotería nacional (por si al Santo se le diese por gratificar la fe y esfuerzo de sus huéspedes-peregrinos). Muchos de esos viajes organizados con lo primero que se topan nada más llegar a Santiago es con la torre de Babel, lo cual, como se puede apreciar en la fotografía, no lo digo en sentido figurado. De todos modos, a pesar de la confusión lingüística que se produce en muchos encuentros entre aborígenes y peregrinos las operaciones comerciales (paganas) casi siempre se cierran correctamente. Como mucho puede que un mesonero se equivoque cobrando de más o que un peregrino, como recuerdo, se lleve sin querer una taza de vino en el bolsillo.

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