203. Países pequeños
Dentro de unos días se
cumplen 40 años de un importante acontecimiento histórico. Un
acontecimiento al que los libros de historia y la memoria colectiva creo que no
le han rendido el tributo que realmente se merece. Que ciudadanos
de un país, tanto civiles como militares, planten cara a una dictadura e
inicien una revolución pacífica para poner fin a una situación opresiva e injusta y después instaurar un régimen
democrático y que, además, logren su propósito sin que apenas corra la sangre, no es moco de
pavo. Desde un punto de vista meramente estético y, si se
quiere, también romántico, la Revolución de los Claveles
reúne varios requisitos indispensables para entrar a formar parte de la
leyenda: un icono (la flor que le da nombre), un héroe, un ultimátum con el que
el futuro de todo un país se juega a una sola carta y una banda sonora que eriza el vello a cualquiera (quien aún no conozca el himno en cuestión,
que busque Grándola Vila Morena de Zeca Afonso en youtube).
Es verdad que en un contexto global esos hechos tuvieron poca
trascendencia y no cambiaron el rumbo de la historia mundial, pero
también es cierto que no se le puede negar a esta revolución un gran valor simbólico y,
sobre todo, pedagógico, que a día de hoy conserva toda su vigencia. El
poco eco mundial que suscitó en su día (y sigue suscitando) la
Revolución de los Claveles se debe principalmente a que los hechos
sucedieron en un país poco importante - perdón, poderoso, y estoy convencido de que si estos hechos en vez de en Portugal
hubiesen tenido lugar en los EEUU, por poner un ejemplo muy evidente, serían mucho más conocidos y tendríamos filmografía y
literatura sobre el tema para aburrirnos. Algo parecido constataba
el presidente Pepe Mujica en una entrevista concedida durante su visita a
España el año pasado: “Mi país es un país pequeño; si hubiera sido grande se diría ahora que la socialdemocracia empezó en Uruguay”
y no lo decía en broma. ... No todo va a ser caídas de
imperios romanos, batallas de Lepanto, desembarcos en Normandía o tormentas del desierto.
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