martes, 7 de marzo de 2017

305. Primer mundo

En el tercer mundo, pongamos por caso en el altiplano de un país andino, en una aldea de una república subsahariana o en un recóndito poblado a los pies de la cordillera del Himalaya, esta simple y solitaria pieza de plástico puede ser mucho más que eso. Puede convertirse en cualquier cosa y mucho más, puede volverse una bota de fútbol, un barco a vapor, el camión de Médicos sin Fronteras, un generador eléctrico, una fábrica de harinas, una caja de lápices de colores, un avión de suministros, una planta potabilizadora de agua, el palacio de un príncipe, el podio de unos juegos olímpicos, una escuela, un teléfono móvil, una caja mágica capaz de convertir las piedras en chocolate y tantas cosas más. En el primer mundo, en cambio, tengo la sensación de que sólo es una inútil pieza de Lego que no sirve para nada. Como mucho, y siempre y cuando que se consiguiesen reunir algunas piezas más, serviría para construir un muro.

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