En los últimos tiempos la vida política española ha
degenerando hasta límites inimaginables. Los líderes de los principales
partidos se encuentran en un callejón sin salida, enrocados en planteamientos
interesados, cortoplacistas e irresponsables. En vez de mirarse a la cara y
buscar soluciones, viven de espaldas unos de otros; como mucho se miran de
refilón y con recelo. En vez de mostrar iniciativas parece que están esperando
a no se sabe muy bien qué, quizás a que un golpe de fortuna, una directriz
europea o un mandato divino ponga remedio y sentido. A nivel regional, o
incluso local, las cosas no están mejor, basta una simple mirada a la
disposición de estos bancos en un pequeño vecindario para constatar lo difícil
que es hoy día iniciar cualquier tipo de diálogo.
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