Esta expresión proviene del mundo del boxeo, un deporte en
el que los títulos, como sucede a menudo en fotografía, no son para siempre.
Pero mientras en el noble y primitivo arte del pugilato los títulos se
consiguen y se defienden a puñetazo limpio, en el arte de la fotografía la
pelea es más bien dialéctica. Los fotógrafos y los amantes de la fotografía se
pueden dividir en dos grandes grupos, a saber, aquéllos que creen que una fotografía no debe
llevar un título y aquéllos que consideran que sí. Los primeros arguyen que
todo lo que una imagen tiene que contar o transmitir ha de estar contenido en
la propia imagen. Lo justifican con argumentos como que si una fotografía
necesita un título es que ésta es mala, que no es capaz de transmitir por sí
misma, que necesita una muleta. Le
reprochan al título el condicionar la mirada del espectador. Los segundos, por
su lado, creen que el título es necesario, pues de eso se trataría, de ayudar a
comprender lo que el fotógrafo ha querido decir a la hora de componer la
fotografía. Se trataría de un recurso más. El fotógrafo, sostienen, siempre condiciona la mirada del
espectador, no sólo con el título sino también con la composición, con el
encuadre, con la luz etc. Pero también existe un tercer grupo, no menos numeroso y en el cual me incluyo, que cree que hay fotografías a las que un título les sobra, les
está de más, pues no les aporta nada y les resta mucho; en cambio otras piden un
título a gritos. Un título que permita al autor de la fotografía poner el foco
en un aspecto concreto de la historia que quiere contar, glosando, destacando, contrastando su
contenido, estableciendo nexos con elementos que no están presentes en la imagen etc. En cierto
modo se podría decir que una fotografía con título es más narrativa y una sin
título, más lírica. La imagen que acompaña este texto, por ejemplo, según el
título que le pongamos pondremos el foco en un aspecto u otro y en cada caso la historia será distinta. O mejor dicho, según qué
historia queramos contar, optaremos por un título u otro. Si la titulamos en un caso Merry Christmas, en otro Vendeta y en un tercero Boyas del bosque,
veremos con la misma imagen tres fotografías distintas. Y esta
libertad (que no imposición) a la hora de crear es necesario defenderla, si es preciso
a puñetazo (dialéctico) limpio.
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