Una inquietante sombra se cierne sobre la ciudad, que nada bueno augura a los vecinos. De las farolas penden cabezas decapitadas con la mirada oculta tras un antifaz. Nadie es quien de ponerle rostro a la sombra, nombre tampoco, y mucho menos de hacerle frente: el miedo, la cobardía y la ansiedad han ido apoderándose paulatinamente de los ciudadanos, incluso de los más valientes.
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