miércoles, 14 de noviembre de 2012

123. Becas

Hace cuarenta años, estar en posesión de un título universitario en España era un privilegio al alcance de muy pocos, sólo de aquellos que habían venido al mundo en el seno de una familia pudiente. Pero durante los años ochenta del siglo pasado, con mucha inversión y esfuerzo, el acceso a la universidad se fue democratizando y la universidad pública llegó a tener unos precios asumibles para buena parte de las economías del país. Además, los gobiernos ofrecían becas que ayudaban a sufragar los gastos que suponía pasar cinco años en Santiago, Granada o Salamanca. Y también había becas de la Unión Europea, para que además de formarte académicamente, también te formases espiritualmente entrando en contacto con profesores y estudiantes de otros países. Pero todo eso se ha venido abajo en menos que canta un gallo. De un plumazo se han eliminado las becas (a lo que hay ahora no se les puede llamar becas, pues son más bien limosnas) y se han encarecido las matrículas. Si a esto le sumamos la subida del IVA y demás impuestos, y los recortes a los sueldos de los padres (aquellos afortunados padres que aún tienen un sueldo), a ver cómo un joven de hoy va a poder estudiar una carrera en una universidad, en la que te cobran hasta por ir al baño. En Santiago, por poner un ejemplo, aquellos padres que, pensando en proporcionarle estudios superiores a su hijo o a su hija, se acercan un día de verano a ver cómo es una universidad de cerca, lo primero con que se encuentran en el campus universitario es con la estatua de D. Manuel Ventura Figueroa, quien (mirado desde un ángulo bastante malicioso) parece querer mostrarle al ingenuo visitante el presupuesto de lo que le va a costar la formación de su hijo, para que recapacite y considere si merece la pena tanta inversión para que luego, y en el mejor de los casos, su hijo acabe trabajando de guardia jurado en un casino que un mangante de Las Vegas piensa construir en Madrid o disfrazado de Bob Esponja en algún parque temático del Mediterráneo. Al paso que vamos, dentro de muy poco ya sólo estudiarán en las universidades españolas los hijos de los banqueros con sueldos blindados y de los políticos a los que el calificativo 'corrupto' les viene pequeño o los hijos de empresarios que en tiempos de crisis se mueven como peces (p.e. tiburones) en el agua. Por cierto, el tal Ventura Figueroa, un santiagués de pro que llegó, entre otros, a ejercer de arzobispo en Laodicea (en la actual Turquía) y a ser hombre de confianza del rey Carlos III, nos legó una fundación que lleva su nombre, que aun persiste y que concede becas para estudiar (a sus descendientes).

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