viernes, 9 de mayo de 2014

205. Noches compostelanas

En la noche compostelana uno puede toparse con políticos orondos luciendo billetera, tipo y rólex en los bares de moda; con candidatos a sacerdote poniendo a prueba su vocación entre anatomías de toda índole; con turistas exterminadores de marisco con cara de haber sido víctimas de un timo; con chicas jóvenes que al pasar parece que cosen las losas al suelo con sus tacones de aguja; con porteros de discoteca con aspecto de no haber roto nunca un plato y también de los otros; con lobos solitarios y gregarios que buscan ovejas descarriadas en los bares de siempre; con alcohólicos anónimos y agresivos camuflados entre bebedores ocasionales; con mendigos montando sus saloncitos a la entrada de una sucursal bancaria; con peregrinos despistados buscando la puerta que conduce al paraíso; o con fotógrafos que parecen espiar a su vecina por la mirilla, pero en realidad se observan a sí mismos en la mirada de los otros; - y con profesores de los que tienen respuesta para todo; con vicerrectores extasiados; con taxistas más leídos que un notario; con tunos fosilizados y perdidos en el tiempo; con agentes inmobiliarios y del orden; con taxidermistas sin talento; con recepcionistas de hotel que no se llevan con su suegra; con sepultureros enganchados al anime y al manga; con barrenderos letraheridos expertos en Benedetti; con monjitas inmortalizándose en un selfie; con hipsters compungidos manipulando su ipod como si estuviesen intentando abortar un ataque nuclear; o con abuelitas regresando de adorar a alguna Virgen, que tendrían mil razones para quejarse de su suerte mas sin embargo no lo hacen; - y también con caballeros de muy triste figura; con escritores con barba de chivo expiatorio; con enanos trillizos que se llaman todos Alfredo plantados ante un edificio que antes no existía; con campanadas estremecedoras que abren brecha entre la bruma para dejar a la vista calles que no llevan a ninguna parte; con sombras alargadas que no cumplen con las espectativas creadas; - y, por supuesto, también con luces, muchas luces; luces mortecinas que irremediablemente acabarán ahogándose en un charquito de agua.

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