Este verano, después de muchos años, he vuelto por aquel bar. Y, qué agradable sorpresa, mi copa sigue en el mismo sitio, al fondo de la barra. La jubilaron y dejaron de usarla, tal como hacen en la NBA con las camisetas de los grandes bebedores -perdón- jugadores. Pero la dicha no fue completa, pues ella, como era de suponer, ya no trabaja allí.
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