277. El pintor
La maestría
con la que pintaba los bisontes y los ciervos en las paredes de la caverna
provocó la admiración de los suyos, lo consideraban un experto conocedor de
esos bichos y también del arte de la caza. Así fue que en la siguiente
primavera le pidieron que acompañase a los cazadores en la primera salida. La
vanidad pudo más que su cojera y el pintor aceptó ufano. Tras dos días de
agotadoras caminatas se toparon con una manada de bisontes pastando
apaciblemente en el claro de un bosque. Un macho se apartó del grupo y salió
como un rayo a defender su territorio. El que peor suerte corrió fue el pintor.
Su pérdida causó una gran conmoción en la tribu.
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