En Navidad se prodigan las reuniones familiares y con
amigos durante las cuales se evocan numerosas vivencias del pasado. Se trata de
vivencias que conforman una especie de memoria compartida, una base de datos
común. Y claro, unos más y otros menos, pero todos nos emocionamos e
intentamos, felices y contentos, aprovechar estas reuniones para actualizar
nuestras propias bases de datos, nuestras propias memorias, como quien repone
las imágenes que se habían ido cayendo de su álbum fotográfico. Pero al reponer
esos datos, recuperados de esa memoria compartida, uno comprueba descorazonado
cómo el paso del tiempo ha ido restando volumen, brillantez y definición a
todos esos recuerdos.
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