Una de las cosas que más nos cuesta en la vida (a los
gallegos, dicen, más que a otros) es tomar decisiones. Cuando uno llega a una
bifurcación y se ve en la tesitura de tener que elegir un rumbo, duda y le invade la congoja. Quiere seguir el mejor de los caminos y le puede el miedo
a equivocarse. Además, la experiencia le advertirá de que, tome el camino que
tome, en algún momento acabará preguntándose, quizás arrepentido, ¿y si hubiese ido en la otra dirección? Pero no es menos cierto que algunas (pocas) veces
la vida nos lo pone fácil y la solución es muy simple: tirar
por el camino de en medio, sin mirar atrás ni a los lados, todo recto, sin
atajos ni rodeos. Quién sabe, quizás sea ésta una buena forma (y terapéutica) de
empezar el año.
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