A la misma hora y no muy lejos de allí, los cuatro miembros
de un colectivo fotográfico, están reunidos en un céntrico hotel para ultimar
los detalles de su próxima exposición clandestina. Con la inspiración que les
proporcionan sus respectivos gin-tónics discuten y perfilan, además, conceptos
estéticos como el de telonero en un contexto de exposiciones fotográficas
o la idea del conceptualismo descreído. Sabido es que en sus intervenciones expositivas, este
colectivo no deja nada, pero absolutamente nada, al azar. Pero lo que no saben
todavía estos fotógrafos entusiastas es que la exposición clandestina del día
siguiente, a pesar de la lluvia, va a ser un éxito rotundo, con visitas guiadas
incluidas, y que el nuevo marco (Centro Niemeyer) les abrirá nuevos caminos y
mostrará nuevos horizontes, que serán explorados en futuras exposiciones, y que al
final de la jornada, durante la cena de clausura en el restaurante La Estación,
brindarán ufanos por el cambio de agujas!
Y es que, al igual que sucede en el mundo del circo, así como en
tantos otros ámbitos de la vida, también en fotografía, y hoy más que nunca, se
impone la máxima de “renovarse o morir”.
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