Los tres agentes que intervienen en esta imagen -a saber,
quien colocó el alambre de espino, quien colgó el gorro y quien disparó la
foto- son como los tres versos de un haiku, esa “impresión fugaz de una experiencia momentánea” que todo haijín anhela expresar
en diecisiete sílabas. Apostaría que los tres agentes, si llegasen conocerse,
descubrirían que comparten más de un temor, duda, deseo y/o secreto
inconfesable
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