Santiago de Compostela es una ciudad milenaria que a lo
largo de su historia ha sido visitada por millones de peregrinos que acudieron
a la tumba del Apóstol Santiago para merecerse un trocito de paraíso, pedir
perdón por los pecados cometidos (y los todavía por cometer) o expiar penas que
les pesaban como losas. Esta ciudad nació y creció en torno a esta idea y la
afluencia de peregrinos ha sido durante muchos siglos su principal (por no
decir única) fuente de riqueza. Riqueza que, a su vez, ha propiciado incursiones,
rapiñas e invasiones de ejércitos ávidos de aventura, gloria y bienes ajenos. Baste
con recordar las incursiones vikingas en
los siglos IX y X, la de los ejércitos de Almanzor en el año 997 o, ya en el
siglo XIX, la de las tropas napoleónicas.
De un tiempo a esta parte, desde 1993 para ser exactos, y promovidas
por las Administraciones local y autonómica se vienen produciendo unos descomunales movimientos controlados de masa humana. Una especie de avalanchas de personas a caballo entre
espiritual peregrinaje, incursión turística y excursión vikinga. Y tanto las
autoridades laicas como las eclesiásticas ponen muchísimo interés en ello, señal
de que el rédito económico para las respectivas arcas debe ser suculento.
(Foto: Fernando Hernández Ledesma)
Pero todo esto tiene un precio. Con cada xacobeo que se monta, Compostela va perdiendo su carácter, su alma y se está convirtiendo en una
especie de parque temático, en una caricatura de sí misma. El próximo Año
Jubilar será en el año 2021 y a muchos gestores locales ya les está tardando y con la ansiedad recaudadora que les caracteriza amenazan con organizar
la madre de todos los Años Jubilares. A uno le entra el pánico sólo de pensar que
lo que no consiguieron ni vikingos ni sarracenos, primero, ni las tropas
napoleónicas después, lo van a lograr las invasiones bárbaras durante el
Xacobeo 2021. Es por ello que muchos activistas locales empiezan a organizarse
en células de resistencia, ideando sistemas de defensa cultural y ocupando puntos
estratégicos del caso histórico para que el daño causado por las avalanchas de
turistas-peregrinos no sea irreversible. Confiemos en que el Apóstol les
ilumine, les de fuerza y les infunda mucho ánimo con el que poder alcanzar su noble
propósito.
(Foto: Fernando Hernández Ledesma)
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