jueves, 20 de mayo de 2021

462. Bosque interior

En Loiba (Ortigueira, A Coruña) hay un banco en un acantilado ante el que se abre un mar tan inmenso e imponente, el Cantábrico, que parece abarcar el mundo entero. Alguien dijo un día que ese banco tenía las mejores vistas del mundo y por eso se ha convertido en un lugar de peregrinación para turistas, senderistas y domingueros. Sin entrar a valorar si esa aseveración es cierta o no (eso depende de gustos y sensibilidades), puedo afirmar, con argumentos igual de subjetivos, que en Paderne (Folgoso del Caurel, Lugo) se encuentra el banco con las mejores vistas interiores del mundo. El Caurel es como un pequeño Tibet gallego. Es un lugar en donde las distancias y el discurrir del tiempo son distintos, tienen un ritmo propio, más pausado. Los bosques son autóctonos, sin pinos ni eucaliptos; los senderos, de cuento; las pequeñas aldeas parece que siempre han estado ahí y en esta comarca boscosa uno se siente abrazado y acunado por la Madre Naturaleza. Tanto es así que a esta zona se accede por una carretera estrecha y sinuosa como un cordón umbilical. Sentado en el banco de Paderne es imposible no emocionarse con esa sinfonía de verdes que se extiende como un lienzo hiperrealista por toda la ladera del monte; o con el murmullo de un arroyo; con los sonidos del aire al deslizarse entre las copas de los árboles; con el ladrido desganado de un perro a lo lejos; con el olor a pan recién horneado, a madera vieja o al humo que sale de la chimenea de una cabaña en la que se está cocinando un puchero con berzas y castañas. Uno cierra los ojos y recibe la caricia de la suave brisa en su rostro, los rayos de sol se posan en los párpados, le traspasan la epidermis y proyectan luz sobre ese bosque interior que en el día a día impide ver los árboles que lo conforman: el árbol de la autoestima, al que le han salido algunas ramas nuevas que vienen a sustituir las que se perdieron durante el duro invierno; el árbol del entusiasmo, en cuyas ramas se intuyen ya algunos brotes verdes; también los árboles de la ilusión y de la honestidad, firmes ambos como robles, prestos siempre a ofrecer abrigo cuando llueve o sombra en días de sol; el árbol de las emociones, con la corteza llena de cicatrices, algunas aún sangrando, grabadas a punta de navaja; el árbol de la sabiduría, con las ramas tan altas que resulta muy difícil de escalar … y al abrir de nuevo los ojos, uno experimenta una extraña e insólita sensación de serenidad y gratitud. 

2 comentarios:

  1. Que suerte as tenido, de tener esas sensaciones y sobretodo tranquilidad..... Como un amigo mio
    dice, música para mis oídos.

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    1. ... es cierto, me considero una persona afortunada ... tienes buenos amigos, y con un buen oído musical 😊

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