domingo, 30 de enero de 2022

478. A mar

En la asociación Fotoforum de Santiago de Compostela en el actual curso estamos inmersos en un proyecto titulado “construyendo paisaje”. Uno de los retos que se nos planteó a los participantes fue: Si yo fuera un paisaje, sería  

No lo dudé un momento, en mi caso sería una playa, un espacio vital mágico y terapéutico, un pedazo de tierra abrazado al mar que se deja cortejar y acariciar por sus olas. 

El mar es uno y muchos a la vez, a un tiempo eterno y fugaz; va y viene, pero siempre está ahí; es un elemento en continuo movimiento que con sus cambios de estado de ánimo (estados de la mar, lo llaman) unas veces te sacude, pero otras muchas te arropa; aporta paz y serenidad, aunque algunas veces también vértigo y angustia. 

El mar es fuerte, es voluble; te enseña a amar, a respetar y, sobre todo, a diferenciar entre valor y temeridad; es un buen sparring y un excelente compañero de viaje en este camino que denominamos vida. 

El mar es andrógino: puede ser de género masculino y también femenino, aunque uno sólo lo concibe en clave femenina. La mar, así lo denominan los marineros, que son quienes mejor lo conocen y también los poetas, que son quienes mejor lo imaginan. 

Los habitantes del noroeste peninsular disfrutamos de una posición privilegiada para relacionarnos con el mar, pues el gallego es uno de los idiomas en el que mejor se le entiende y supongo que también por eso más se le ama. Todo marinero gallego cuando sale de puerto siempre dice que sae á mar. Algunos pocos nunca regresan, pero los que sí lo hacen, la gran mayoría, vuelven distintos, cambiados, emocionados, apasionados, ebrios de a mar.

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