
Este banco situado en el paseo central de la
Alameda de Santiago de Compostela es una especie de palco
vip en el teatro de la vida, que ofrece a sus ocupantes –por norma, jubilados- una perspectiva
privilegiada sobre el discurrir del tiempo. Los abonados más longevos han podido despedir desde este banco a muchos coetáneos suyos cuando emprendían su último viaje desde la iglesia del Pilar. Por delante de ese banco han desfilado y siguen desfilando promociones y promociones de estudiantes acudiendo a las fuentes del saber; profesores interinos, titulares, aspirantes a cátedra, diáconos, arciprestes y canónigos camino de los altares; intelectuales, tunos y aprendices de escritor persiguiendo la gloria; afiladores, tratantes de ganado, carteristas y
mariscadores furtivos en busca de clientes. En este banco ha disfrutado su felicidad más de un peregrino, han sufrido su soledad demasiados mendigos, y seguramente ha meditado una moción algún que otro político y repensado su programa electoral algún aspirante a rector. Y si se observa con la suficiente paciencia y atención aun se puede intuir la sombra del espíritu de Valle-
Inclán paseando con sus
borceguíes, su barba de chivo y las manos a la espalda en dirección al paseo de la Herradura.
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