Cuando en medio de una reunión de trabajo, -en pleno
brainstorming, como se dice ahora-, se te ocurre una idea genial, justo en ese preciso instante y sólo durante unas milésimas de segundo, tu cerebro debe parecerse bastante a un búcaro de flores y la idea genial a una flor singular. Entonces un sentimiento de felicidad y satisfacción iluminará tu rostro, lo que será interpretado por algún mal compañero como señal y evidencia de que eres gilipollas. O eso creo.
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