jueves, 4 de abril de 2013

155. Hospital

Dentro de un hospital el tiempo discurre de un modo muy diferente a como lo hace en el mundo exterior, unas veces fluye desesperadamente lento, otras frenético, como una piedra en caída libre; unas veces el tiempo avanza de forma lineal, con un orden lógico, otras dibuja bucles, va hacia delante y hacia atrás, como si las horas fuesen piezas de un puzzle que no quiere estarse quieto. Es un discurrir ficticio, literario del tiempo, pues en las habitaciones, salas, quirófanos, pasillos y demás dependencias del centro clínico suelen tener lugar relatos poéticos, trágicos y dramáticos; historias fantásticas, cómicas o de ciencia ficción; thrillers y roadmovies desestructuradas, viajes de ida y vuelta entre la lucidez y el delirio, durante los cuales uno puede alimentar sus miedos reviviendo viejas pesadillas que creía superadas, puede recuperar recuerdos que creía olvidados o resucitar sueños que ya había dado por perdidos. Todo ello, por supuesto, también es posible en el mundo real, pero dentro de un hospital todo es mucho más intenso, confuso, disparatado y alucinante: por la mañana uno puede sentirse protagonista de un relato de Juan José Millás; a la hora del almuerzo puede protagonizar un cuento de Charles Bukowsky, por la tarde, uno de Woody Allen y, por la noche, ser víctima del genio literario de Julio Cortázar.

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