viernes, 14 de junio de 2013

165. Tendencias

     Desde hace algunos años se está extendiendo por las ciudades de medio mundo una moda que consiste en colocar una figura de bronce a tamaño natural de un personaje célebre vinculado con el lugar. Y como Santiago tampoco es inmune a las modas y tendencias, pues también ha ido distribuyendo por su geografía urbana a sus famosos de bronce. Uno de ellos es el escritor Ramón María del Valle-Inclán, sentado en un banco del paseo de la Alameda desde el que se tiene una de las mejores vistas a la catedral.
     Este genial literato, a parte de por su portentoso dominio del idioma español de ambos lados del Atlántico y por su excelente obra literaria, también destacó por su fuerte carácter, por su fina ironía y por su forma directa y clara de decir las cosas, sin preocuparse nunca de si lo que decía gustaba o no al interlocutor de turno.
     Dos de las cosas que más detestaba Valle-Inclán eran la injusticia y la mediocridad, y tanto era así que con ocasión de una intervención quirúrgica a la que tuvo que someterse rechazó el ofrecimiento de donarle sangre que le hizo José Echegaray, aduciendo que la sangre del Premio Nobel de Literatura estaba llena de gerundios.
     No sé si la España que le tocó vivir a Valle-Inclán era mejor o peor que la que estamos viviendo nosotros ahora, tampoco sabría decir si los jurados de entonces eran más injustos que los de ahora (son mayoría los que pensaban y piensan que Benito Pérez Galdós era quien tenía que haber recibido el Premio Nobel y no Echegaray) o si los políticos de entonces tenían más talento que los que tenemos hoy día. Me da igual, pues toda comparación es odiosa y, además, cada generación tiene que batallar con las circunstancias y con los políticos que le han tocado en suerte, no queda más remedio. Pero aún así, uno se pregunta: si Valle sospechaba que Echegaray tenía su sangre infestada de gerundios, ¿qué no sospecharía en la sangre de más de un popular columnista político de hoy día? ¿los eufemismos altos, quizás? ¿la mentirina y miserina por las nubes? ¿exceso de ácido áulico? ¿atrofia de la glándula empática? ... Vete tú a saber.

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