miércoles, 28 de junio de 2017

314. Viejo verde (claro)

Cuando era un adolescente estuvo prendado de Charo, la vecina del tercero derecha. Con ella descubrió el erotismo, espiándole el escote mientras ésta tendía la ropa en el tendal del patio de luces. De adulto, a la vuelta del servicio militar, se enamoró perdidamente de Rosita, la hija de Charo. Pero él estaba muy atrás en la lista de pretendientes, nunca tuvo la más mínima oportunidad. En esta época descubrió, primero los celos y la envidia (sana o no) y más tarde, al casarse Rosita con el número cinco o seis de la lista, la resignación. Ahora ya de anciano, abrumado por el peso de la melancolía, le dan la vida las tardes de verano en que Charito sale a broncear su joven cuerpo a la playa del pueblo. Él nunca falta a la cita, aunque sea día de partida de dominó. ¡Dios, cómo le gusta el ADN de esa mujer!

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