El gran ventanal de la sala de estar se abre a un océano
Atlántico enorme y poderoso, teñido todo de verde y plomo. Me asomo a la cristalera removiendo un capuccino de 50 céntimos con una cucharita de plástico.
Cuando voy a darle el primer trago me entra un nuevo WhatsApp en un chat entrañable que vengo manteniendo desde hace un cuarto de hora: C’est le grand abîme du silence, le grand
iconnu. Il n’y a rien a faire. Inmediatamente mi imagicación sitúa ese abismo al otro lado del horizonte atlántico. Un abismo frío y oscuro, devorador de memorias
frágiles, incompletas y apagadas. Mas de repente un ajetreo de ruidos y voces a mis espalades me rescata
de mis ensoñaciones y me vuelvo para ver qué pasa. Al ver correr una
enfermera por el pasillo comprendo que el abismo no está en el horizonte
marino, sino en la habitación 304 de aquel hospital.
Sencillamente José Manuel te admiro!!!
ResponderEliminarGracias, Xabier, non será para tanto
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