Bien es cierto que con frecuencia a grandes problemas,
soluciones sencillas. Uno de los ejercicios más fáciles y cómodo de realizar para
paliar unos problemas de insomnio, ansiedad y dolor de espalada que he ido
acumulando durante estos meses de confinamiento, consiste en tumbarse en el
suelo boca arriba usando un libro tipo guía de teléfono de apoyo para la cabeza,
no sirven los de tapa dura. Las piernas encogidas en forma de A mayúscula y los
brazos estirados en paralelo al tronco. Es un ejercicio que consiste en estar
en esa posición durante unos 15 o 20 minutos al día, con los ojos cerrados y escuchando
una música agradable. La primera vez que lo intenté elegí un momento poco
apropiado, justo después de comer, y me quedé dormido. A partir de ahí ya procuro
hacerlo (casi) en ayunas. En lo que respecta a la música, he probado con Ludovico
Einaudi, Norah Jones y Madredeus, con Dulce Pontes. La verdad que va bien con
cualquiera de éstas. El dolor de espalda no se ha ido, de momento sólo he
conseguido que vaya cambiando de lugar, como un demonio que se resiste a
abandonar el cuerpo, pero estoy convencido que se irá, creo que sólo tengo que
perseverar y dar con la música adecuada. Procuro compaginar el ejercicio con una respiración
lenta y unos intentos muy rudimentarios de meditación. Y aquí sí he comprobado una
cierta mejoría. En sólo cinco o seis sesiones he aprendido a controlar un poco mi
nivel de estrés y de impaciencia. Desconozco si este factor es importante, pero pienso que he acertado de pleno con el libro
elegido, pues el primero que tenía a mano era uno de Juanjo Millás, La vida a ratos, que estaba leyendo
cuando comencé con esta terapia. Terapia que, dicho sea de paso, añadió una nueva dimensión al concepto que tenía de libro de cabecera. Por aportar algo de mi propia sabiduría a este
ejercicio, incluyo una velita aromática y la ingesta de un trocito de chocolate
de 72% de cacao, de la marca Lindt antes de cada sesión. Todavía no puedo
probar de forma empírica que este aporte calórico tenga propiedades curativas,
pero lo que sí puedo afirmar es que el cuerpo entero lo agradece y, además, permite
focalizar la meditación en la boca del estómago lo cual dicen es muy importante. Puede
parecer, por mi forma de expresarme, que estoy hablando en broma, pero en este
texto no hay ni falsa modestia ni ironía. Estoy hablando totalmente en serio y,
sobre todo, agradecido. Va por ti, Isa.
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