Tengo un amigo del que, para no entrar en detalles, se
podría decir que es un tanto peculiar. Hace ya un par de meses mientras nos
tomábamos unas cañas de cerveza me confesó que, cuando en medio de una reunión
de amigos de repente a alguien se le escapaba una flatulencia, a él siempre se
le ponía cara de sospechoso. Aun sabiendo que él no había sido. Lo achacaba a
su inseguridad congénita y a su educación religiosa. Intenté disuadirle de hacer
afirmaciones tan categóricas y le animé a que valorase otras posibilidades. Por
ejemplo, un período pasajero de baja autoestima mezclada, quizás, con un
puntual afán de protagonismo. Creo que mis observaciones de entonces no las
tuvo demasiado en cuenta. Pero el caso es que, gracias a la pandemia y al uso obligatorio
de mascarillas, ahora se le ve mucho más relajado y seguro de sí mismo, o esa
es la impresión que tengo. Me alegro por él, y también por todos los que le
tenemos aprecio, pues algunos de sus amigos ya estábamos empezando o somatizar
sus paranoias.
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