No sabría decir muy bien por qué, pero el caso es que
siento una predilección especial por las palabras esdrújulas. Esa sílaba tónica
seguida de dos átonas produce en una palabra un pequeño ictus emocional seguido
de un sedante susurro de dos sílabas lánguidas. Es como un compás para bailar con
todos los sentidos. Y tanto escuchada como escrita, una palabra esdrújula puede
ser un poema en sí misma; una composición lírica, lacónica y única. De las que me vienen a la memoria, así a bote pronto, destacaría algunas como: efeméride,
éxtasis,
mérito, sánscrito, gótico, utópico, intrépido, idílico, auténtico, armónico, empático,
nostálgico, onírico, lúdico, fantástico, (im)púdico, sáfico, filosófico, cósmico
o incluso enclítico. Esta última palabra, además de ser ella misma una
esdrújula, es como una varita mágica, pues tiene la capacidad de convertir
otras palabras (verbos) en esdrújulas cuando adquiere forma de pronombre (haciendo la función de complemento directo
o indirecto) y va añadido a un imperativo (un modo verbal por sí mismo poco
proclive a favorecer semánticas afectivas). Pienso ahora en imperativos íntimos
como llámame, escríbeme, acércate, bésame, desnúdate, cuéntame, abrázame,
perdóname. Y es que aunque no lo parezca, la gramática y la fonética pueden favorecer
relaciones sintácticas muy poéticas y dar pie así a vínculos muy sólidos, lúcidos,
casi místicos.
Me ha gustado! !! Me gustan las esdrújulas, y ya ni te cuento los imperativos! ! imperativos que pueden ser toda una declaración de intenciones. La burgalesa
ResponderEliminarCoincido, los imperativos esdrújulos los carga del diablo ...
ResponderEliminarCompases ternarios o con anacrusas. Muy danzarines!
ResponderEliminarparece muy técnico, eso de anacrusas, pero al mismo tiempo suena divertido, me imagino que dan mucho juego ...
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