Subí la primera entrada a este blog el 1 de julio de 2010 y hoy, trece años y casi seis meses después, subo la última. La fecha elegida para cerrar este blog no es casual. No se me ocurre mejor día que el de los Santos Inocentes. Día en el que uno tiene licencia para hacer bromas, para reírse de todo un poco, especialmente de sí mismo. No tomarse la vida y a uno mismo demasiado en serio es una forma de estar en el mundo con la que sintonizo bastante bien.
Todo empezó un poco como una broma, para ponerle voz y cara a mis inquietudes creativas, para dar salida a mis tocamientos mentales, que diría aquel; para compaginar (maridar) dos aficiones que me apasionan, como son hacer fotos y escribir o, lo que es lo mismo, contar historias. Pero muy pronto, por circunstancias de todo tipo que fueron jalonando mi biografía en este tiempo, el blog se fue convirtiendo en algo más que un pasatiempo y se volvió terapia, válvula de escape, espejo en el que mirare y desnudarme para mejor (re)conocerme. Me permitió reflexionar y plantearme muchos interrogantes a los cuales he ido dando respuestas más o menos acertadas (el tiempo dirá si de verdad lo son). Han sido trece años muy ricos en experiencias vitales y de no ser por este ejercicio de reflexión, muchas de esas experiencias habrían pasado por mi vida sin pena ni gloria, sin dejar huella, no hubiese podido tomar la debida conciencia de todas ellas.
En algún momento, a mitad de camino, me propuse alcanzar las quinientas entradas, relatografías me gusta denominarlas. Parecía una meta difícil de alcanzar, pero lo conseguí y estoy orgulloso de ello. En esta última entrada quiero expresar mi agradecimiento a todas las personas que me habéis acompañado en esta travesía. Bien porque me habéis seguido y leído, bien porque me habéis dejado un comentario aleccionador o algún gratificante mensaje de ánimo, bien porque me habéis ayudado a realizar alguna fotografía o porque me habéis cedido una foto propia para poder armar una historia que necesitaba contar, o bien por haberme provocado la necesidad de dedicar una relatografía. A todas vosotras y todos vosotros muchísimas gracias de todo corazón.
Ahora, con la tranquilidad que proporciona el haber alcanzado una meta y el entusiasmo que a veces soy capaz de poner en mis proyectos, me embarcaré en nuevos retos, nuevos viajes en los que la fotografía y la escritura seguirán teniendo un papel muy destacado. Navegaré en otros mares, en otras naves y me miraré y desnudaré delante de otros espejos, para intentar seguir aprendiendo de la vida, para ir conociendo el mundo y a mí mismo cada día un poco mejor. Para aprender y conocer, pero también para aceptar(me) y querer(me) cada día un poco más. Seguramente coincidiremos en algún puerto.
Salud y larga vida.