martes, 6 de julio de 2010

4. La chica del ferry

Como suele pasar con la buena literatura, donde casi siempre es más importante lo que se calla que lo que se dice, lo mejor de esta fotografía es lo que no podemos ver; a saber, lo que la chica sentada en el banco de la cubierta de proa lleva en su regazo. Puede que sujete un bebé, huyendo de un padre-marido que no merece la pena; o una cajita de madera que contiene recuerdos de su abuela; quizás acaricie un gatito que por alguna funesta e inextricable manía está a punto de tirar por la borda con una piedra atada al cuello; también podría sostener una urna con las cenizas de su pareja, al que en su lecho de muerte prometió que las soltaría al viento en un punto determinado de la isla; a lo mejor se trata sólo de una faldriquera que contiene una estampita de la Virgen de los Desamparados, un pasaporte falso y doscientos euros, con los que espera comenzar una nueva vida en un país extraño; podría tratarse también de un paquete de hachís que intenta pasar por la aduana, camuflado dentro del vientre postizo de falsa embarazada; o un libro de quinientas páginas cuya lectura la dejó sumida en una profunda melancolía; o a saber si se trata de un revólver Colt Magnum Carry con el que juró vengar la muerte de su hermano del alma, asesinado a sangre fría por un neonazi a la salida de una discoteca. Puede ser cualquiera de esas cosas, ninguna de ellas o todas a la vez. Mas si observamos bien la fotografía no tardaremos en averiguar qué lleva la chica en su regazo.

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