jueves, 1 de julio de 2010

2. El toro


Nos detuvimos nada más pasar Albacete para estirar un poco las piernas y repostar combustible. Altea quedaba ya muy lejos, más de lo que indicaba el mapa de carreteras. El Mediterráneo nos había despedido al alba con un bostezo indiferente, la misma indiferencia que mostraba ahora el camarero manchego en el bar del área de servicio al servirnos los cafés. Al volver de las vacaciones uno siempre se siente un poco derrotado, nadie, insignificante - había dicho el portero del hotel la noche anterior. Pero maniobrando en el aparcamiento para retomar viaje al norte, miré al retrovisor y, como surgido de la nada, allí estaba él, firme, erguido y noble como un caballero medieval, mirándonos desde la distancia con esa expresión nostálgica de quien te echará de menos. A partir de ahí el camino de regreso a casa ya sería otra cosa.

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