lunes, 5 de septiembre de 2011

54. Escaleras

En muchos ámbitos de la vida -en el deporte, en los negocios, en el mundo del arte o de la empresa, por poner sólo un par de ejemplos- es más difícil bajar que subir. Para ascender se precisa sólo constancia, una pizca de fuerza y un poco de sacrificio. Sucede como con las escaleras: subir resulta fácil, cada peldaño superado es una pequeña victoria, un éxito que nos estimula a continuar subiendo. Un estímulo que no se verá frenado hasta alcanzar el último escalón -una vez allí puede que nos sintamos defraudados: sufrimos “mal de altura”, no soportamos la soledad, nos agobian las compañías no buscadas o las vistas no son como esperábamos-.
Bajar, en cambio, es más difícil y peligroso; requiere cierto talento, mucho amor propio y, por qué no, también clase y sentido del humor, virtudes éstas que no todos los mortales poseemos, por lo menos en su justa medida. Pocos son los que saben mantener la compostura y la cabeza erguida al bajar de nivel. Sólo aquéllos que en su día se mostraron magnánimos y humildes en la victoria y después demuestran dignidad y entereza en la derrota son capaces de despertar admiración y respeto cuando les toca bajar. Y es que ya lo dice el refrán: “dime cómo desciendes por una escalera y te diré de qué pie cojeas”

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